martes, 29 de marzo de 2016

Cuarta sesión de Corazón de piedra verde



El retrato hecho por el autor de Hernán Cortés, me parece que es similar al del lobo disfrazado de oveja, es decir, es un tanto engañoso. Pues basta con “ver” las acciones del evangelizador de los paganos, de aquellos que adoran a los dioses sangrientos y falsos, para descubrir que el conquistador y el evangelizador siguen el mismo camino. Esto es parecido a lo que ocurre con el perfil psicológico de un policía y de un ladrón, ya que ambos son similares, la cuestión es elegir el bando, muchas veces difuso, verdad.

Asimismo, me puedo imaginar al evangelizador diciendo: “os traigo la palabra del señor que es paz y amor, pero no me provoquéis porque puedo arrasar con un poblado y con todos sus hombres, mujeres, niños y ancianos”.

Considero que lo que le ocurre a Xóchitl con respecto a adoptar la fe católica es, por un lado desea dejar atrás cosas que le molestan o que no aprueba de la religión y la cosmovisión de sus antepasados, y por el otro quiere darle gusto a su salvador, pues éste le habló, muy seguramente, de una religión en donde todo es paz y amor, aja. 

En el fondo, creo que tanto Alonso como Ixcauatzin son crédulos, pues basta con ver cómo se comportan para darse cuenta de que no sopesan, cuestionan, critican, todo el bagaje de cosas que les dijeron, y, por ende, se forman una idea propia de lo que acontece y les rodea. En Alonso siempre está presente la idea de que sirve al señor, que una mano invisible le traza y le guía en su camino, y por ello es valido matar. Mientras que en Ixcauatzin aun siguen tan fuertes y firmes las ideas religiosas con las cuales lo adoctrinaron, y no parece que vaya a cambiar. Ahora, la verdad es que pondría en duda si son inocentes, por consiguiente, libres de maldad, pues las personas tenemos un lado oscuro, salvaje, que si se dan las condiciones y circunstancias, lo sacamos, y ejemplos hay de sobra.

Con respecto a que el autor hace énfasis en las costumbres de un pueblo y omite los del otro, creo que se puede vislumbrar que trata de separar a ambos mundos, cual si fueran bandos, por un lado están los buenos, superiores en pensamiento y armas y tácticas militares, dioses y, por supuesto, los civilizadores, mientras que por el otro, los salvajes y sanguinarios, inferiores, supersticiosos, alaban a los falsos dioses. Con esto, de alguna manera, busca legitimar la conquista y sus consecuencias, pues desde su punto de vista (del escritor) los europeos, los hombres de Quetzalcóatl, traían progreso y bienestar. En pocas palabras, no está siendo objetivo.  

Da la impresión al leer que muchas personas consideraban a los españoles como dioses, por su color de ojos, azules, el color de su pelo, amarillo, y por el tono claro de su piel. Pero, unos pocos sospechaban que, en el fondo, eran humanos mortales.

Sin duda que la novela retrata a los pueblos originarios como personas que son intelectualmente inferiores, salvajes, supersticiosos, sanguinarios. Sin embargo hay evidencia, de la poca que no destruyeron los españoles, de que había cosas buenas en los pueblos originarios, pensamiento abstracto, poesía, que choca con la visión del libro.

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