viernes, 30 de mayo de 2014

Cuarta Sesión de El Reino de este mundo.



Cornejo Breille murió encerrado entre las paredes del Arzobispado, por el delito de quererse marchar a Francia conociendo todos los secretos del rey, todos los secretos de la ciudad. De nada sirvió que algunas personas imploraran por su vida. 

Henri se sentía rodeado por fuerzas oscuras. Las personas que habían clamado su nombre a su llegada, ahora estaban llenos de rencor, al recordar las cosechas perdidas, el trabajo forzoso, el hambre, los golpes, los familiares muertos. Sospechaba que en alguna vivienda habría una imagen suya con alfileres o un cuchillo encajados en el corazón.

Durante la misa de Asunción, Henri es presa de una alucinación. En ella, el arzobispo Cornejo se le aparece, el mismo que había emparedado, sin dientes, sin expresión, sin boca ni labios. Esto ocasiona que Henri se paralice de miedo, y por tanto, no pueda mover articulación alguna durante un tiempo. Por ello, es sacado de la iglesia en brazos de sus oficiales, mascullando amenazas y maldiciones a todos los vecinos de Limonade.

Después del episodio que se dio en la iglesia, la salud del rey fue decayendo, se sentía débil. Las personas supieron enseguida, que era la oportunidad que habían estado esperando, y decidieron darle caza y derrocarlo. 

Los tambores anunciaban su final, él mismo lo sabía. Todavía podía escapar a la Ciudadela, una fortaleza, única en el mundo, pero muy grande para un solo hombre. Siempre se imagino resistiendo en aquella fortaleza, rodeado de un gran número de personas, el monarca nunca se imagino solo. Su pueblo le daba la espalda al igual que el vudú. Ante aquella situación, el rey prefirió el suicidio, morir por elección propia.

Solimán había contraído el paludismo de los pantanos Pontinos. La enfermedad se había ido incubando lentamente, hasta desatar una fiebre propia de las infecciones, que lo había hecho alucinar.

Solimán le pide a Papá Legba, que le permita regresar a Santo Domingo, pues él cree que la alucinación fue una señal de los inspirados de allá, a la vez temidos y reverenciados por los campesinos, porque se entendían mejor que nadie con los amos de los cementerios. Pero su Dios se encontraba en Dahomey y, no lo escucho. De espaldas a todos, hablando en susurros, Solimán murió.

Ti Noel se ve a sí mismo como el nuevo mesías, aquel que tiene como misión guiar los pasos de su pueblo hacia la liberación, tanto espiritual como física. Por ello, pronunciaba discursos llenos de adivinanzas y de promesas. Dictaba órdenes al viento. Pero eran órdenes de un gobierno apacible, no buscaba amenazar su libertad, como lo hicieran los blancos y los negros.

Ti Noel hacía ministro a cualquier transeúnte, general a cualquier cortador de yerbas, otorgaba baronías, regalaba guirnaldas, bendecía a niñas, imponía flores por los servicios prestados.
Pero llegaron los Agrimensores a todas partes y, todo acabo. Montados en sus borricos todos los campesinos huyeron al monte. Sabían que la esclavitud, disfrazada de trabajo obligatorio, había vuelto.

Ti Noel buscaba que sus acciones no se parecieran a las de los esclavistas; buscaba crear una nueva forma de gobierno, en el que las personas fueran libres de hacer lo que les pareciera, de expresar lo que sintieran y, en donde ninguno impusiera su visión al otro, al contrario, quería que la sociedad se autorregulara a sí misma, sin la necesidad de un rey, un capataz, un esclavista, o un gobernador. Sin embargo, creo que le falto una buena dosis de realidad, y no lo digo por las personas que lo rodeaban, sino por las personas que siempre están buscando el poder.

El poder siempre está buscando que seamos como él quiere que seamos, que compremos ropa de acuerdo a la moda que él dicta, que nos expresemos como él quiere, que nos alimentemos de lo que él vende, que tengamos estándares de lo que es bello y hermoso, incluso busca que amemos y odiemos a su manera.

Ante la idea de ser esclavo una vez más, Ti Noel decidió dejar la vestimenta de humano, que solía venir acompañada de tanta miseria, para vestirse ahora de una gran cantidad de disfraces, que la naturaleza le tenía reservados. Fue así como se transformó en ave, garañón, y hasta en hormiga.

En una ocasión trató de formar parte de un clan de gansos, ya que los consideraba animales inteligentes, de orden, de fundamento y sistema, cuya existencia era ajena a todo sometimiento de individuos a individuos de la misma especie. Pero sólo halló desprecio y hostilidad. Entendió que el clan formaba parte de una comunidad completamente aristocrática, que se cerraba a todo individuo que fuera de otra casta.

Para Ti Noel, aquel rechazo, le había sido impuesto por la cobardía de dejar su cuerpo humano y huir, en lugar de luchar por la liberación, una vez más, de su pueblo.

Motivado por un instante de lucidez, el anciano se subió a una mesa y profirió una declaratoria de guerra contra los nuevos amos. Pero el viento proveniente de un huracán, no lo dejo terminar, simplemente se lo llevó para dejarlo reposar sin vida en las espesuras de Bois Caimán, a la espera de que un buitre se alimentará de su cuerpo.

Durante mucho tiempo se ha tenido la idea de que hace falta un líder, un caudillo, un revolucionario, que guie el camino de las personas, que les brinde esperanza, que les prometa que ahora si las cosas van a cambiar. Es precisamente en donde está el error, porque la historia tiene ejemplos por doquier, en donde, al paso del tiempo, el líder, caudillo o revolucionario, de ser un libertador pasa a ser un opresor más, un esclavista, una persona que se vende a los intereses del poder. Un hombre o mujer no puede cambiar el rumbo de un país, pues se necesita de todas las personas que forman parte de él, para empezar a crear una base que permita que las cosas cambien. Teniendo siempre en mente, que todos somos diferentes, que tenemos diferentes visiones, pero que podemos trabajar juntos, siempre respetando a los “otros y otras”.

Reflexión.
 
Dentro de la novela El Reino de este mundo, hay una reflexión muy buena sobre la condición humana.  Sobre nuestra constante búsqueda de ser mejores personas, de dejar algo para las futuras generaciones. Si bien, la novela se centra en la constante esclavitud de los personajes, también toca temas sobre la exclusión racial, la pobreza intelectual y económica, y el misticismo que gira en torno a la religión de un pueblo. Un pueblo que ha aguantado de todo, y que debería estar en el suelo, pero no lo está, como muchos otros, que forman parte del tercer mundo.

Por último, quiero compartirles la reflexión que tiene Ti Noel en sus últimos instantes de vida.

Se sintió viejo de siglos incontables. Un cansancio cósmico, de planeta cargado de piedras, caía sobre sus hombros descarnados por tantos golpes, sudores y rebeldías. Ti Noel había gastado su herencia y, a pesar de haber llegado a la última miseria, dejaba la misma herencia recibida. Era un cuerpo de carne transcurrida. Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quien padece y espera. Padece, espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En el reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término,  imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este mundo.







viernes, 23 de mayo de 2014

Tercera Sesión de El reino de este mundo.




Cuando los amos blancos se enteraron que en Francia se habían declarado los Derechos Humanos del Hombre, se enfurecieron, se mostraban molestos ante la idea de qué a los negros se les considerara humanos. Ridiculizaban la idea de la igualdad entre las razas, que proponían unos locos utopistas. 

Los hombres que tienen poder siempre le han temido a la igualdad entre los seres humanos, porque si ésta se diera, los privilegios de unos pocos o muchos (dependiendo del caso), se acabarían. Y eso les aterra. Por ello, hacen todo lo que este  a su alcance para justificar su modo de actuar, descalifican aquello que les incomoda, silencian a las personas si es posible.

Durante mucho tiempo se pensó  que había razas superiores y razas inferiores, incluso algunas personas buscaban hechos científicos que demostraran la veracidad de sus ideas. Pero nunca las encontraron, al contrario, la ciencia demostró que todos los seres humanos somos descendientes de un grupo pequeño de personas, que salieron de África con el objetivo de expandir sus genes. 

Los amos blancos cometieron un número de atrocidades muy grande: violaban a las mujeres, golpeaban a los hombres y mujeres, asesinaban a sus esclavos, no los alimentaban bien, los mantenían cautivos. Sin embargo, ellos consideraban a sus esclavos como salvajes, ¿no les parece una contradicción?

Pauilina Bonaparte sobrevive al levantamiento de los esclavos y a la epidemia, porque supo cuando resguardarse de los peligros en la Isla de la  Tortuga. Si bien, Paulina amaba a la isla en un principio, cambio de parecer después  de que murió su esposo. Ahora el trópico le parecía abominable, con sus buitres a la espera de los cadáveres, y la muerte rondando sin descanso. Fue así, que sin pensarlo mucho, se embarcó presurosamente a bordo del Swítshure, con rumbo a Paris. Buscaba dejar atrás el pasado y seguir hacia adelante. Por el contrario, Monsieur Lenormand no supo dejar atrás el pasado, es más ni siquiera supo cómo continuar. Esto ocasiono que Lenormand acabará sumido en la miseria económica  y espiritual. 

Monsieur Lenormand llegó a tiempo para impedir que Ti Noel y doce esclavos más fueran ejecutados a machetazos. Eran las últimas posesiones que le quedaban después del levantamiento de los esclavos y, entre todos valían seis mil quinientos pesos españoles, que no se podía permitir desperdiciar, ya que no le quedaba nada más. Fue así como decidió partir rumbo Cuba, en donde vendería a sus esclavos en el mercado de La Habana.

En Cuba, Monsieur Lenormand se deshizo de sus esclavos, ya fuera para jugarse el dinero en cualquier garito, pagar sus cuentas, o llevarse a negras. El último en cambiar de amo fue Ti Noel, quien paso a ser propiedad de un terrateniente santiaguero, por un órdago de mus. Con su  amo criollo conoció una vida mejor que con los amos franceses. El terrateniente le daba un aguinaldo cada año, y Ti Noel lo guardaba con esmero, para poder pagar la suma que le exigiera el patrón de un barco pesquero para viajar en cubierta. En aquel barco pesquero, Ti Noel huía de la esclavitud, con rumbo hacia la isla en donde había nacido, una tierra en que la esclavitud había sido abolida para siempre, o eso creía.

Una vez que Ti Noel llegó a Haití, se dirigió hacia la antigua hacienda de Lenormand de Mezy. Al llegar, se dio cuenta de que todo había sido destruido, ya sólo quedaban escombros. Sin embargo, aquel paisaje lo hipnotizo, el ver destruida la hacienda en donde muchos años había sido esclavo, era como sí por fin obtuviera la libertad, como si por fin le hubieran quitado las cadenas.

Yo habría hecho lo mismo que Ti Noel. Pues muchos de los lugares que han formado parte de nosotros, los asociamos con recuerdos buenos y malos. Cada vez que visitamos un lugar que es o que fue importante para nosotros, no solo observamos el lugar, sino que revivimos los recuerdos, las historias, nuestro pasado. Y, en cierta forma, es necesario enfrentarnos con hechos que marcaron el rumbo de nuestra vida, pues al hacerlo nos liberamos de fantasmas que ya no necesitamos.

El estar en una situación de poder con respecto a los otros, hace que las personas pierdan el control, les hace creer que lo que hacen y piensan está justificado. En lugar de buscar mejorar la calidad de los que un día fueran los esclavos de los franceses, ahora ellos se aprovechan y los vuelven a esclavizar (si es que fueron libres alguna vez). 

El problema no está en el color de la piel de los esclavistas, el problema está en la manera de pensar de los humanos. En lugar de aprender de una experiencia atroz, como lo es la esclavitud, ahora los esclavistas negros vuelven a repetir la misma atrocidad, pero con más violencia, más deshumanización, más desprecio, más miseria y más dolor. El mismo Ti Noel nos dice:

Había una infinita miseria en lo de verse apaleado por un negro, tan negro como uno, tan belfudo y pelicrespo, tan ñariznato como uno: tan igual, tan malnacido, tan marcado a hierro como uno. Además, en tiempos pasados los colonos se cuidaban mucho de matar a sus esclavos, por que matar a un esclavo era abrirse una gran herida en la escarcela. Mientras que aquí la muerte de un negro nada costaba al tesoro público: habiendo negras que parieran, nunca faltarían trabajadores para llevar ladrillos a la cima del Gorro del Obispo.









viernes, 16 de mayo de 2014

Segunda sesión El reino de este mundo.



El personaje de Mackandal representa la figura del líder revolucionario que lucha contra la opresión, la injusticia, la tiranía de los blancos, aquel mesías que liberara a los oprimidos y, que tras su asesinato se convertirá en una figura mítica. Mientras que el personaje de Ti Noel hace referencia al individuo común, al individuo “de a pie”, al individua anónimo, que ante la realidad tiránica que lo acongoja constantemente, lucha una y otra vez movido por la esperanza.

En nuestro país se nos ha repetido constantemente la idea de que la revolución se consumó, nada más falso. La “revolución” mexicana no fue más que un simple levantamiento armado, en donde murieron un montón de campesinos anónimos, descalzos, pobres, armados solamente con herramientas de labranza. Y, que se apagó tan rápido como surgió. De la revolución solo han quedado un par de personajes míticos y un montón de revolucionarios, que pasaron a ser los nuevos opresores, caciques y diputados.

Ti Noel ve a Mackandal como su líder político, un salvador que lo liberara del yugo blanco. Por ello, tiende a idealizar al mandinga, lo que genera que sienta una atracción hacia él.

Mackandal solía describir hechos que habían ocurrido en los reinos del Popo, de Aranda, de los Nagós, de los Fulas. Describía vastas migraciones de pueblos, de guerras mundanas, en donde se encarnaban grandes batallas, en las que hasta los animales participaban ayudando a los hombres. Conocía la historia del Rey de Angola, del Rey Da. Pero sobre todo  le gustaba hablar de Kankán Muza, el fiero Muza, hacedor del invencible imperio de los mandingas. Aquellos reyes eran reyes de verdad. No como los reyes de Francia o España, en donde el rey enviaba a sus generales a combatir. Por el contrario, en África, el rey era guerrero, cazador, juez y sacerdote. En Gran Allá, había príncipes duros como la roca, y príncipes que eran el leopardo, y príncipes que conocían el lenguaje de los árboles, y príncipes que mandaban sobre los cuatro puntos cardinales, señores de la nube, de la semilla, del bronce y del fuego.

Cada vez que Mackandal les cuenta una historia, no lo hace con el fin de entretener, lo que busca es despertar en los esclavos la idea de que ser negro no es sinónimo de esclavo, que la esclavitud es alterable. Mackandal pretende despertar las mentes adormecidas por el adoctrinamiento del amo, no con el presente sino con el pasado, pues el presente solo tiene esclavitud, mientras que el pasado tiene libertad.

Cuando Mackandal pierde  el brazo, su amo lo destina a guardar el ganado, ya que su nueva condición le es inútil para trabajos mayores. El mandinga llevaba al ganado hacia la montaña, en donde crecía un pasto espeso, que  guardaba el rocío hasta bien entrada la mañana. Observando las plantas a su alrededor, antes desdeñadas, surgió un extraño interés por descubrir la vida secreta de las especies. Descubrió una enredadera que producía escozores, otra que hinchaba la cabeza. También descubrió hongos que olían a carcoma, a redoma, a sótano, a enfermedad. Nuestro personaje deshacía la pulpa de los hongos entre sus dedos, para después olerlos y descubrir que tenían un aroma similar al del veneno. Y para comprobarlo, se lo daba  a oler a una vaca, ésta al olerlo enseguida se apartaba asustada.

En una ocasión Mackandal y Ti Noel le suministraron una dosis de  jugo de hongo a un perro. El perro tuvo violentas convulsiones, y después de un tiempo murió.

Mackandal aprendió una parte sobre los venenos por cuenta propia, la otra parte la aprendió de una bruja con la que intercambiaba conocimientos.

Las  señales que los esclavos interpretaban como metamorfosis, no eran “reales”, eran producto de la fe que tenían depositado en Mackandal. Pues el mandinga era un hombre al que se le atribuía conocer los secretos de la naturaleza, y que había preparado un veneno para acabar con el hombre blanco. Esto convenció a los esclavos de que Mackandal tenía poderes sobrenaturales.

Los esclavos creen firmemente que Mackandal escapó en una última transformación y, que volverá para liberarlos de la esclavitud en un futuro. Sin embargo, Mackandal muere quemado en el fuego. El mismo autor nos dice: 

Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esta fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución.

El cerebro es el que nos hace creer determinadas cosas. Por ejemplo, cuando tocamos un objeto, tenemos la sensación de que lo estamos tocando, sin embargo, nunca lo tocamos. La razón se debe a que los átomos del objeto  y nuestros átomos se repelen, no obstante, nuestro cerebro nos hace creer que tocamos a las cosas.

jueves, 8 de mayo de 2014

Primera Sesión El reino de este mundo.



Cuando pensamos en la esclavitud humana, seguramente tenemos la idea de que ésta es algo que se superó hace mucho tiempo. Sin embargo, cuando uno se pone a investigar, se da cuenta de que la esclavitud sigue tan vigente como hace muchos años. Pues se siguen secuestrando  personas para después ponerlas a trabajar, ya sea como esclavas sexuales, domesticas, en el campo, en maquilas. Hace unos días se dio a conocer la noticia de que 276 niñas fueron secuestradas en Nigeria, sus captores aseguraron que no las devolverían y que serían vendidas como esclavas. Entonces, uno se pregunta: ¿cómo es posible que siga sucediendo esto? 

¿Qué harías si te vendieran como esclavo junto con otras personas? 

Me parece que los primeros días hablaría poco, tanto por el shock como por el miedo. Después empezaría a medir la situación, que tan grave es, que probabilidades tengo, que alianzas puedo formar, quien me parece confiable y quién no. También averiguaría los nombres de las demás personas que me acompañan, de donde vienen, porque están allí, sus expectativas de la situación, sus rasgos culturales. Una vez que haya recabado la información necesaria de mis compañeros y de los amos, empezaría a elaborar un plan, ya sea para escapar o para derrocar a los tiranos.

Mis compañeros y yo hablaríamos de todo lo que dejamos atrás, lugares, personas, comida, cultura. Y mientras todos contamos nuestras historias de vida, es indudable que la dualidad de la vida se haría presente. Tal vez perderíamos las ganas de seguir adelante, pero muy pronto nos vendrían a nuestra mente imágenes de personas a las que amamos, un amor que nos espera, una hija, un bebé, una madre, un padre. Precisamente son estas imágenes que asociamos con recuerdos, las que nos harían  seguir adelante. Ah, la esperanza, capaz de mover los cuerpos y al mundo.

Cuando dos culturas chocan, ni una ni otra se impone, por el contrario, las dos se fusionan dando origen a un mestizaje cultural.

En una ocasión me contaron la historia de una niña a la que protegía su Tona. Se contaba que, debido a que el futuro de la niña se veía muy difícil, su Tona se le presento en forma de un perro, situación no muy normal ya que los Tonas solo se les mostraban a los hechiceros y brujos en forma de animales salvajes. Pero en aquella niña hubo una excepción, ya que desde pequeña había sufrido mucho. El perro protegía a la niña y la niña protegía a su Tona. Todos los días, cuando la niña se disponía a ir a cuidar a  los animales o a ir a sembrar y limpiar el campo, su perro ya la estaba esperando. Se decía que el vínculo que los unía era muy grande, y que la protección de su Tona era en realidad la protección de la naturaleza. Los ancianos decían que la naturaleza trataba de hacernos recordar el vínculo que tenemos todos los seres vivos, y que poco a poco hemos ido olvidando. La presencia de aquel Tona era un recordatorio de que la naturaleza aún los seguía protegiendo, y por ello nosotros también debíamos protegerla.

Las historias sobre personajes fantásticos siguen tan vigentes porque nos hacen imaginar sobre situaciones, cosas o personajes que están más allá de nuestro entendimiento. Las personas vivimos en un mundo que nos limita, no nos sentimos libres del todo. Y cuando leemos o nos cuentan alguna historia, la imaginación hace que seamos libres por un momento, que salgamos del cuerpo que nos ayuda a vivir pero que en algunas ocasiones en un medio de contención que nos limita.

Se dice que para que algo suceda se necesita creer, y creo que hay cierta razón en lo anterior, pues el cerebro es una maquina asombrosa que nos permite dar “vida” a casi cualquier cosa. Después de todo, la realidad no es más que impulsos eléctricos que interpreta nuestro cerebro.



Todos los habitantes “originales” de Haití fueron exterminados por los franceses, posteriormente los sustituyeron con esclavos africanos. Tras todos los abusos que cometieron los franceses, los esclavos optaron revelarse y dar muerte a sus amos opresores. Una gran parte de la población africana murió, pero una parte resistió, tal y como siguen resistiendo.  Haití fue la primera república negra en liberarse del yugo de la esclavitud, cuestión por la que la elite blanca los vio con recelo. Los haitianos al igual que nosotros, son producto del mestizaje. Y, al igual que nosotros, han tenido muy presente la pobreza, la represión de los gobiernos, el racismo, la muerte, las desapariciones, pero sobre todo, un estado que actúa en beneficio propio en lugar de actuar por en beneficio de la población.




 
Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra: le quiere reconocer o, al menos, poder clasificar. El hombre elude siempre el contacto con lo extraño. De noche o a oscuras, el terror ante un contacto inesperado puede llegar a convertirse en pánico. Ni siquiera la ropa ofrece suficiente seguridad: qué fácil es desgarrarla, qué fácil es penetrar hasta la carne desnuda, tersa e indefensa del agredido.
ELIAS CANETTI, Masa y poder.

Los seres humanos le tenemos miedo a lo desconocido. Nos aterra pensar que no tenemos el control sobre las cosas, acontecimientos o situaciones, pues, de ser así, nos volvemos vulnerables, y ¿a quién le gusta sentirse vulnerable?, probablemente a nadie. Es entonces que, la mercadotecnia se ha encargado de explotar al máximo este instinto.

Los zombis son muertos que han sido “despertados de la muerte”, una masa de personas con un apetito muy grande por la carne, y que no tiene la capacidad de pensar. Los zombis son personajes anónimos, incapaces de recordar cosas sobre su pasado. Y que representan el miedo que siente la humanidad, un miedo que nos carcome lentamente y que tiene que salir de una manera u otra, una catarsis. 

Los zombis se han vuelto tan populares porque son una representación de nuestro temor, de la descomposición social y afectiva. Los zombis representan aquello que está pero que a la vez no: nosotros. Las personas muertas que se arrastran o que deambulan en busca de carne fresca, bien podría ser una representación de los humanos. Lo que nos hacemos unos a otros, bien podría considerarse un canibalismo, una búsqueda de carne fresca.