viernes, 24 de febrero de 2017

Tercera sesión de La muerte de Iván Ilich



Su familia, sus conocidos, sus sirvientes y los médicos, comenzaron a portarse de manera grosera, indiferente, de enojo, de hastío, con Iván porque, en el fondo, primero, no había entre ellos lazos afectivos fuertes, segundo, el carácter de éste no ayudaba mucho, tercero, la vida seguía para cada uno de ellos, ellos tenían salud, cuarto, es difícil cargar con la responsabilidad de cuidar a un enfermo crónico, por cierto, durante tres meses.
Ahora, la relación no siempre fue así, ya que mientras Iván tenía salud, era eficaz en el trabajo y podía valerse por sí mismo, la gente cercana a él se mostraba tolerante, alegre, interesada. 

Iván deseaba que lo compadecieran como a un niño enfermo; que lo acariciasen, que le animasen, que le abrazasen. Nadie le compadecía. No obstante, Guerassim era el único que no mentía. Se notaba en su actuar. Él, a propósito, realmente compadecía a su sentenciado señor. Por ello nuestro personaje principal se vuelve tan cercano  de éste.   

En un inicio, vale la pena decir, Iván consideraba que había  vivido una vida buena y agradable, pero a medida que avanzaba su enfermedad, el dolor, y, además, ponía en perspectiva ésta, se dio cuenta de que al comparar la niñez y el presente, menos importantes eran las alegrías, más efímera era la felicidad.
Todo comenzó a torcerse a partir de la Escuela de Derecho. Aún allí había camaradería, esperanzas, alegría. Pero a medida que transcurrían los días, los buenos momentos se iban tornando escasos, raros, efímeros. Las cosas buenas iban siempre en disminución.

La relación de Iván con sus compañeros de trabajo es un tanto superficial, de cumplir ciertas normas sociales, nada más. Entre ellos no se da una autentica camaradería, por lo visto, en donde se creen lazos  afectivos fuertes, de confianza, de amistad. Su relación es tan débil que, de hecho, mientras él se encuentra moribundo, sus compañeros están deseosos de que muera para reacomodarse en el Servicio.

Bien, considero que es muy probable que el escenario en el que está envuelto Iván, en realidad,  sea posible trasladarlo a la vida común, ya que, primero, hay personas que al llegar a su etapa final de vida, se dan cuenta, poniéndose en perspectiva, que realmente fueron muertos vivientes, segundo, hay personas que viven en una soledad avasalladora; la soledad no tiene que ver con tener o no personas a tu entorno, tiene que ver más, a propósito, con una parte interna, de desconocimiento de uno mismo, de no haber alimentado a tu ser.

Creo que, sin duda, debieron de haber personas que realmente quisieron a Iván, que sintieron un afecto honesto, sin mascaras, pero los humanos somos volubles con nuestros sentimientos; podemos amar y odiar a la vez a la misma persona, sólo faltan pequeños detalles, en ocasiones, para extrapolar nuestro sentir.  

Lo interesante de leer sobre la agonía de un hombre, tiene que ver con el hecho de entrever el comportamiento y las preguntas que tenemos las personas al divisar el abismo de la muerte. Es una obviedad decir que vamos a morir porque de sobra lo sabemos. Pero somos la única especie en este planeta que puede ver su ocaso, y esto nos genera cierta incertidumbre, por ello hay una gran invención de ideas al respecto. Lo cierto es que al divisar el destino que nos aguarda, al mirarnos en el otro, de hecho, podemos recomponer el camino, vivir de diferente manera, no caer en la rutina, en el ser autómata.

La muerte de Iván Ilich
Definitivamente, coincido con la opinión de varias compañeras con respecto a la lectura de este mes, de que al observar desde otro plano cómo se desarrolla la historia te permite reflexionar sobre lo que allí acontece, pero sobre todo, sobre tu vida. La historia te hace cuestionarte si en realidad has llevado una vida buena y agradable, o si sólo te has mentido todo este tiempo, como sucede muy a menudo; claro,  hasta que te encuentras al borde de la muerte y te das cuenta que tus proyectos se desviaron, como le sucedió a Iván Ilich, y, entonces, desearías comenzar otra vez.


jueves, 16 de febrero de 2017

Segunda sesión de La muerte de Iván Ilich





Lo terrible de llevar una vida sencilla y ordinaria, en el fondo, radica en no hacer cosas diferentes, que la sociedad no apruebe,  que nos reten. Llevar una vida sencilla y ordinaria nos vuelve seres predecibles. Si bien en nuestra vida necesitamos un poco de rutina para calmar los síntomas que produce la incertidumbre, también es cierto que necesitamos salir de ella, de vez en cuando, para sentirnos “vivos”, retados,  con mucha mayor vitalidad. Y, nuestro personaje siempre está ansiando volver a la calma lo antes posible, que los pequeños cambios se conviertan en rutina.

La asignación de puestos y sueldos en la historia me parece deleznable, ya que dichos puestos no cumplen ninguna función (son inútiles) que apoye a la población, la cual, por cierto, paga. Y, aunque estemos hablando de 1880, la situación sigue muy actual, por lo menos en nuestro país, en donde funcionarios crean plazas a modo para sus familiares y, de hecho, les atribuyen sueldos jugosos, bonos y prestaciones de ensueño, todo a costa de los impuestos de los ciudadanos, claro, verdad.

Iván Ilich se casó no porque estuviera enamorado, sino que lo hizo por dos razones: primero, porque le producía placer casarse con semejante mujer (inteligente, seductora, brillante), segundo, porque la alta sociedad veía con agrado tal unión. Por lo contrario, ella si se casó porque estaba enamorada de él, como se puede leer en la página 21.
Ahora bien, en un inicio la relación marchaba bien, besos, caricias, felicidad, alegría, parecía que se entendían, pero empezaron los reproches, la irritabilidad, las exigencias, el mal humor, lo que origino que poco a poco se distanciaran, por cierto, al año de relación. Con el paso del tiempo, vale la pena decir, Iván prefería trabajar en el servicio a quedarse solo con su esposa.
Asimismo, da la impresión que la madre muestra más interés por relacionarse con sus hijos, mientras que para Iván, de hecho, no es importante, ya que prefiere estar fuera de su hogar el mayor tiempo posible.

La razón por la qué Prascovia Feodorova suelta una frase en francés, a propósito, repentinamente, siendo que el idioma oficial es el ruso, tiene que ver con que el francés era el idioma predominante en la aristocracia rusa, y siendo que ella pertenecía a una familia buena y noble –se consideraba aristócrata-, es entendible que lo hablara.

Para una persona con un trastorno obsesivo funcional, es muy importante controlar lo que sucede en su hogar, en su trabajo, en un proyecto, porque es una manera de tomar el control de su vida, inconscientemente. Se vuelve tan importante que las cosas permanezcan en su lugar asignado que, de hecho, si alguien ensucia o mueve alguna cosa, para empezar, es como una falta de respeto; lo que produce irritación. O, puede ser que la razón por la que le molestaba las manchas en la alfombra a Iván, tiene que ver con que le invirtió un buen de tiempo, y nada más.

Es importante para el autor hacer hincapié en la ocasión en la que nuestro personaje se lastimo porque, muy seguramente, o quizá, fue allí en donde su enfermedad se empezó a gestar. Porque hay casos en donde todo comienza con un golpe al que no le dan mayor importancia, el cual genera una reacción lenta pero letal.

Primero, Iván vive el inicio de su enfermedad con enojo, irritación; segundo, comienza a ver esperanza en los diferentes tratamientos médicos y homeopáticos; tercero, se empieza a sentir triste y abatido porque intuye que va a morir.
Ahora, los médicos tratan a Iván con la misma indiferencia con la que él trataba a las personas que atendía en el servicio.






viernes, 10 de febrero de 2017

Primera sesión de La muerte de Iván Ilich



La inteligencia que poseemos como especie nos ha permitido moldear nuestro entorno y desarrollar diferentes actividades en beneficio nuestro, no obstante también tiene consecuencias. Una de ellas es que la rutina llevada al extremo nos harta, tarde o temprano, ya que necesitamos ampliar nuestros horizontes, explorar. Necesitamos movernos física e intelectualmente. Así como comemos para nutrir a nuestro cuerpo, por cierto, necesitamos de experiencias, ideas, para nutrir nuestro  ser/inteligencia. Así pues, aunque llevemos una vida regular, cómoda, agradable, llegará el día en el que todo aquel mundo-burbuja se romperá y despertaremos en la insatisfacción, en el tedio, y necesitaremos cambiar.
Pero, no todo depende del individuo para alcanzar una vida buena y agradable pues existen factores externos que son importantes para alcanzar dicho objetivo. Por ejemplo, si vives en un país en el que a diario hay ejecutados, desapariciones, impunidad, injusticia, crimen, etc., sin lugar a dudas, esto influirá en tu calidad de vida. O, al menos que tengas el síndrome del avestruz, es decir, que ante la problemática social decidas no ver y aislarte.

Tengo una teoría con respecto a la atribución de características positivas y negativas a determinada población. Considero que si en determinada población algunos individuos se comportan “negativamente”, a propósito, es casi seguro que se les atribuirán esos mismos comportamientos a los demás miembros del grupo, arbitrariamente. Por lo contrario, cuando una persona se comporta “positivamente”, las características positivas se individualizan, es decir, no se aplican a los demás miembros del grupo. De ahí, precisamente, comienzan a surgir los estereotipos.
Ahora bien, los estereotipos como construcciones fragmentadas y estáticas no permiten ver cómo son realmente las personas, ya que meten a todos en un molde inmaleable. Así, la imagen del burócrata flojo con un trabajo aburrido es un tanto imprecisa, incierta, pues, muy seguramente, debe de haber individuos que rompan el molde.

Puedo decir que soy un hombre que se rige-o que trata- por la ética, por ciertas ideas, pensamientos, filosofías,  y que, por consiguiente, desprecia el nepotismo. El nepotismo debe se mal visto porque “pone” en sitios a personas que no deberían estar allí, que sólo han logrado posicionarse porque su esposo es el director, porque su mamá es la regidora, porque su familia tiene influencias, más que por tener potencial. ¿Cuántas veces hemos visto a personas que ni tienen idea de lo que hacen, que no están capacitadas?

La felicidad debe ser responsabilidad de uno mismo porque, imagínense, si apenas y podemos cargar con nuestra infelicidad, que te carguen la dicha de otra persona es, por cierto, casi imposible. Lo que puede ayudar, de hecho, es tener a una mujer que sea un complemento, una compañera de vida, alguien con quien compartir cosas en común y experiencias.