viernes, 29 de abril de 2016

Cuarta sesión de Diccionario de nombres propios



Al describir algo que me apasiona, dentro de las muchas cosas, comenzaría detallando las razones por las que esa actividad me emociona, para después seguir con las sensaciones que me provoca, buenas y malas, y finalizaría con los posibles problemas que surgirían por dicha efusión. 

Asimismo me valdría de la experiencia vivencial y el conocimiento que he acumulado en estos años para especificar lo anterior, pero también investigaría al respecto para complementar aspectos que me falten pulir.

Ahora bien, podría hablar sobre las tres opciones, ya que poseo experiencias que me marcaron, objetos que me producen efusión, personas que me han aportado algo, o hacer una amalgama. 

En ocasiones los adultos suelen esconder realidades a sus hijos porque creen que pueden, de esta manera, evitarles problemas o lastimarlos. Es comprensible porque somos seres emocionales. Lo cierto es que una mentira no desaparece o deja de serlo con el paso del tiempo, sino que va creciendo como una bola de nieve en una avalancha, y tarde o temprano, es casi imposible detenerla. Por ello es mejor hablar con la verdad pero con “tacto”. 

Me parece que hay una necesidad humana por saber de dónde venimos, así como de saber la historia de nuestros padres, primero, para saber hacia que dirección nos dirigimos, segundo, para entender el entorno en el que nacimos y nos desarrollamos. 

En la vida cada variable es importante, algunas más otras menos, ya que influyen en el posible rumbo que tomará la persona en cuestión. Por consiguiente, creo que si Plectrude hubiera sabido siempre la historia de sus padres, es casi seguro, que su existencia hubiese sido diferente, quizá no radicalmente, no obstante, algo hubiese cambiado.   

Cuando Plectrude se da cuenta que Clémence la quiere matar (a la que considera su “verdadera” madre; poco le importaba no haber nacido de su vientre), los sentimientos, las experiencias, el amor, hacen que crea que ésta ha enloquecido y que por eso se comporta así con ella. Dentro de su mente hay toda una serie de conexiones neuronales que creó durante algunos años de relación con su mamá que le dicen eso. También podría ser que Plectrude acepta la muerte como designio de Lucette pero se niega a la muerte por designio de Clémence, porque es muy diferente hacerlo por elección propia, creer que es el destino a seguir, a que si te impulsa alguien a quien estimas. 

Como toda persona que se ha hecho daño a sí misma, tarde o temprano comprende que en muchas ocasiones es necesario morir simbólicamente para resurgir de los escombros y reconstruirse y hacerse más fuerte y ver las cosas desde otra perspectiva. Esa muerte en lugar de ser el final es sólo el inicio. 

A mí me gustaría escribir una novela, si pudiera y si tuviera talento, sobre un personaje con mis características que se adentra en otros libros e increpa a los personajes. Algo así como: ¿usted está tonta o qué Clémence? Si sigue con ese comportamiento mezquino me las pagara. O “cuídese”, el cual se puede interpretar de varias maneras. O algo más hardcore. 

Diccionario de nombres propios 

De entrada, la historia me empujo a investigar más sobre la bulimia y la anorexia, para entender un poco mejor el problema, así como descubrir las distintas variables.

Pues bien, el texto desde un inicio te atrapa, además de que es muy ameno. La historia nos narra el nacimiento de una niña, la cual nace en medio de la tragedia, y que ésta va estar permanentemente en su vida cual hada madrina perversa. Sin embargo, a pesar de lo anterior, su niñez se la pasó bomba, con sus vestidos, sus bailes, sus pastelillos, con el amor de su mamá. 

No obstante, nada dura toda la vida, y aquel mundo artificial que su madre creó, inevitablemente, choco con el cotidiano. Fue entonces que la niña descubrió que no todo es pasársela bien, pues el mundo cotidiano exige su cuota de insatisfacción, de hartazgo, de tristeza, de dolor, de cosas y temas que no son interesantes, de odio, de tragedia. 

Ahora bien,  nuestra camarada soporto todo con actitud estoica, en especial, el desprecio de su madre. Sprometió seguir luchando.  Pero más tarde, algo en su interior le decía que tenía que seguir el camino de Lucette, cual destino inevitable: el suicido. Sin embargo la vida la corrigió; su destino no era suicidarse sino asesinar. 

viernes, 22 de abril de 2016

Tercera sesión de Diccionario de nombres propios



Es indudable que cuando leemos un texto, una historia, la magnitud de los acontecimientos que suceden allí, en muchas ocasiones, adquieren otro significado o los vemos de diferente forma a como lo haríamos en la vida real. Por ejemplo, hay una escena en el libro Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, que en su momento me pareció muy cómica, y que dice así: "Cuando se restableció la calma, no quedaba en el pueblo uno solo de los falsos beduinos, y quedaron tendidos en la plaza, entre muertos y heridos, nueve payasos, cuatro colombinas, diecisiete reyes de baraja, un diablo, tres músicos, dos Pares de Francia y tres emperatrices japonesas". Ahora, si sucediera en la vida real, creo que no me causaría la misma impresión.

Hace unos años leí un texto que se llama Juventud Caníbal: Antología del horror extremo, donde se puede encontrar una historia que se llama El ruido de Stefano Massaron, en la cual se pueden encontrar a niños siniestros. Diría que bastante siniestros.

Considero que Plectrude tiene algo de siniestro en su personalidad, pues siente una atracción muy fuerte por personajes oscuros (es su reina), la tragedia y la muerte, que en las personas puede despertar cierto miedo hacia ella. Sin embargo en la escala de siniestres, que consta de cinco estrellas, le doy una y media.

La razón por la que a Plectrude la adolescencia le parece algo detestable se debe, principalmente, a que considera que junto con ella vienen desgarres, malestares, acné, menstruaciones, sujetadores y otras atrocidades.

Hay tres cuestiones por las que Plectrude decide calificar para el internado de ballet, la primera se debe a que no le interesa ir a la escuela, la segunda, considera que las actitudes de su amado hacia ella, son humillantes, la tercera, quiere ser una gran bailarina.

Hay un serie de argumentos, los cuales surgen en un discurso que dan los profesores, que hacen que Plectrude no abandone el internado de ballet. Es el siguiente:


Para bailar hay que merecerlo. Bailar, bailar sobre un escenario y delante de público, incluso sin escenario, bailar es el colmo de la embriaguez. Una alegría tan profunda justifica los sacrificios más crueles. La educación que os damos aquí tiende a presentar la danza como lo que es: no un medio sino la recompensa. Sería inmoral permitir bailar a las alumnas que no se lo han ganado. Ocho horas diarias de barra y un régimen de hambruna sólo les parecerá duro a aquellas que no tienen auténticos deseos de bailar. Así pues, ¡las que todavía quieran marcharse pueden marcharse!  
Nadie más se marchó.

En otras palabras, comprendió la frase que solía utilizar su madre: "Azotar al perro delante del lobo".



  

jueves, 14 de abril de 2016

Segunda sesión de Diccionario de nombres propios



La forma en la que la escritora nos narra el inicio de la historia/vida de Plectrude, desde la relación de sus padres, los problemas a los que se enfrenta la joven pareja, las cavilaciones de la madre y su indisposición por permitir que su futura hija/hijo (no sabían el sexo) se llame Tanguy futbolista o Joëlle pesada, así como el asesinato de Fabien y el suicidio de Clémence, deja “ver” que, muchas veces, la tragedia y la comedia se mezclan cual harina con leche y huevos. También se podría decir que de tan trágicos que resultan algunos hechos en la historia, llegan a ser cómicos.

Clémence en su papel de mamá ha hecho cosas que a simple análisis no parecen malas, no obstante en el fondo han perjudicado a su hija. Y no es que Clémence se haya prometido joderle la vida a su retoño, sino que en su afán de crear mundos hermosos como el aspecto de su hija, entre otras cosas, en cierta forma, la aisló del mundo real en donde las cosas y acciones no siempre son bellas como aquellos mundos que creaba. Así, cuando Plectrude se enfrentó al mundo cotidiano no se adaptó en su totalidad. Otro caso similar al anterior se da cuando Clémence vive a través de su descendiente, promesa del ballet, cosa que a ella le hubiera fascinado pero vio truncada esa meta, y, entonces, en su afán de vivir lo no vivido no ve que su hija se está matando de hambre, que ya no es feliz, que vive ausente, que es un esqueleto. En fin, vive cegada.

Ahora bien, creo que la madre de Plectrude presenta características tanto de hada madrina como de bruja. Pues si bien le concede sus deseos a su hija, éstos, en ocasiones, son más bien maleficios. Lo que me lleva a pensar que no todo lo malo es malo ni que todo lo bueno es bueno, ya que en ocasiones lo bueno se disfraza de malo y viceversa.

Con respecto al comportamiento de la madre, de la historia que estamos leyendo, que sin duda debe de haber varias en la vida real, tengo dos puntos, primero, que le está jodiendo la vida a su hija, segundo, que le hace falta sopesar más sus decisiones, analizarlas, ver los pros y los contras, y después elegir. 

Plectrude quiere estar segura de sus gustos, no le llaman la atención las cosas que no son interesantes y pierde el interés, detesta la inmovilidad, se muestra distante con aquellas que reclaman su amistad, le gustan los seres que nacen en la oscuridad, posee una forma particular de pensar, cree que el secreto de sacar buenas notas radica en no pensar, sacar lo primero que venga en mente.

Ahora, lo que los otros piensan de ella es lo siguiente: tiene suficiente personalidad, es un ser excepcional, es una pésima alumna, es un ídolo del baile, es vista con malos ojos, es retrasada, es un genio, muy delgada, vacía, es bonita.  

Las opiniones de los demás no muestran cómo es Plectrude, ya que suelen ser engañosas o contradictorias. Por ejemplo, la maestra en un inicio cree que Plectrude es retrasada por su desempeño escolar, sin intuir que no se debe a un retraso intelectual, sino a que simplemente no le interesa. Más tarde cuando la niña es sometida a un test para aclarar su supuesto retraso, el azar hace que su situación cambie y que ahora se le considere un genio, cuando tampoco lo es. Algo similar a lo anterior sucede con sus compañeros. Asimismo, la madre idealiza a la hija de tal manera que todo en su hija está bien, todo es excepcional, es un ser sin igual, cuando hay aspectos que no me atrevería a decir que están bien, verdad.

Plectrude es una niña que en sus primeros años la pasó muy bien en los mundos llenos de hadas, vestidos, alfombras, bailes, pastelillos y música, mundos artificiales creados por su madre. Sin embargo al llegar a cierta edad tuvo que entrar  a la escuela y dejar aquellos mundos prefabricados. Fue entonces cuando descubrió que la vida tenía una parte menos interesante, con los niños y sus charlas incoherentes, la maestra y su palabrería con sentido pero aburrida. Y no es que fuera menos inteligente que los demás, simplemente sus interese eran otros. Así pues, a partir de aquel día comprendió que en lo referente a sus estudios, lo mejor sería no pensar tanto y soltar lo primero que se le viniera en mente, mientras que en la danza enfocaría toda su fuerza e interés. Fue ese interés, precisamente, lo que más tarde daría pie a su obsesión, misma que abriría camino a un vacío dentro de ella. Plectrude cuya llegada al mundo fue trágica, pareciera que su vida va encaminada a la tragedia.

La razón por la que Plectrude se interesó en los libros es porque el libro de cuentos se le manifestó como un manual de instrucciones, al cual tenía que seguir al pie de la letra si quería convertirse en una princesa como la de las ilustraciones. A partir de entonces, supo que en adelante la lectura le iba a ser necesaria para alcanzar aquella meta.

Recuerdo que uno de los primeros libros que despertó mi interés en la lectura fue Juan Salvador Gaviota de Richard Bach. Esto porque cuando lo leí descubrí que los libros eran puertas que te trasportaban hacia otros mundos. O puentes que te acercaban a otras mentes. Y desde entonces sigo sumergiéndome en sus aguas llenas de mayúsculas, minúsculas, signos de puntuación, incluso, ilustraciones, para empaparme de tan fecundas aguas.