jueves, 10 de marzo de 2016

Segunda sesión de Corazón de piedra verde




Desde el inicio de la lectura uno se empieza a percatar que la mayoría de las personas son muy supersticiosas. Todo lo que acontece es por obra de los dioses, malos espíritus, malos agüeros, el destino. Que si se te rompió el remo, alguien va a morir, que si te cruzaste con un zorrillo, alguien va a morir, que si quieres alterar el destino de alguien, magia hay que utilizar, etc.

Lo anterior choca con el razonamiento que tengo. No creo en la intervención divina, en la magia, en el destino, malos agüeros, sucesos paranormales. Estoy en el bando de la luz (la razón), a diferencia de Xóchitl que está librando la batalla entre ambos bandos. Por ende, creo que analizando los sucesos, casi siempre, se puede llegar a una explicación lógica. Sin embargo en una historia es valido mezclar sucesos “reales” con un toque de magia. Pues en nuestro cerebro podemos crear mundos que en la realidad no podríamos, muchas veces.

Si bien Esquivel fue judío de nacimiento, poco a poco fue acumulando resentimiento, envidia y odio para con ellos, ya que le molestaba que hubieran amasado fortunas mediante la usura (y él no), que fueran avaros y abusivos (aunque él no es el hombre prototipo). Por ello fue “encendiendo” poco a poco a las personas para que se levantaran contra ellos y les desterraran y les mataran, para así sacar ventaja con su negocio de venta de burros por valor de una casa.  Cabe decir que en su forma de ver a los judíos, Esquivel les atribuye a todos cosas malas, los mete en el mismo costal a todos, cosa injusta, creo. Además, Esquivel es un hombre oportunista, esto lo podemos “ver” ya que a la primera se cambio de religión para obtener beneficios. Si tiempo después la situación se invirtiera, se le podría escuchar diciendo: “siempre ayude a los míos, les protegí, nunca fui cristiano, antes muerto”. Obvio, si pudiese obtener algún beneficio. Esquivel se comporta como la clase política de nuestro país; un día son rojos, otro amarillo, otro verde, pero siempre son la misma escoria.
En consecuencia, considero que el dicho popular “Para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo”, sin duda, aplicaría en Esquivel. 
 
Nezahualpilli es un hombre al que le gusta observar los acontecimientos y utilizar la razón, de esta manera se ha percatado cómo funcionan varios fenómenos, lo que le ha abierto horizontes. Esto ha hecho que cuestione la forma en que se explican las cosas, de forma religiosa, en su pueblo. Y, por consiguiente, ha generando en él tristeza, ya que las personas se niegan a expandir sus mentes, cuestionando todo lo que las rodea, ya sea por temor, costumbre, tradición. Nezahualpilli está pasando del oscurantismo religioso a la luz de la razón. Hay que hacer notar que para que se cambien aspectos culturales en determinada sociedad, muchas veces, tiene que transcurrir algún tiempo.

Para mí ha sido un verdadero placer descubrir las ceremonias y leyendas que se narran en el libro. La manera en la que nuestro cerebro reconstruye los mundos y nos permite asomarnos es maravillosa. Sólo una ceremonia conocía, la del fuego nuevo que se realizaba (se realiza, ya que se retomo) en el cerro  Huizachtecatl, hoy cerro de la Estrella. Un nuevo comienzo cada 52 años, no obstante, las mismas personas, como decía Nezahualpilli –algo triste y decepcionado-.

La principal diferencia  que se da entre las muertes que suceden en México y las de España, es el significado. Mientras que para México hay  un sacrificio-ritual para los dioses; hay todo un simbolismo que acompaña a la muerte; en España se dan para acabar con los infieles, acabar con el tirano. 

Entre ambas naciones debe de haber, muy seguramente, diferencias culturales. Pues cada cultura blande su estandarte, acompañado de sus creencias y dioses/dios. Pero también debe de haber similitudes, ya que ambas naciones parten de la misma especie, humanos. Y, lejos de creer que una es mejor que la otra, superior o inferior, simplemente, creo que son distintas.







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