Desde el inicio de la lectura uno se empieza a
percatar que la mayoría de las personas son muy supersticiosas. Todo lo que
acontece es por obra de los dioses, malos espíritus, malos agüeros, el destino.
Que si se te rompió el remo, alguien va a morir, que si te cruzaste con un
zorrillo, alguien va a morir, que si quieres alterar el destino de alguien,
magia hay que utilizar, etc.
Lo anterior choca con el razonamiento que tengo. No
creo en la intervención divina, en la magia, en el destino, malos agüeros,
sucesos paranormales. Estoy en el bando de la luz (la razón), a diferencia de
Xóchitl que está librando la batalla entre ambos bandos. Por ende, creo que
analizando los sucesos, casi siempre, se puede llegar a una explicación lógica.
Sin embargo en una historia es valido mezclar sucesos “reales” con un toque de
magia. Pues en nuestro cerebro podemos crear mundos que en la realidad no
podríamos, muchas veces.
Si bien Esquivel fue judío de nacimiento, poco a poco
fue acumulando resentimiento, envidia y odio para con ellos, ya que le molestaba
que hubieran amasado fortunas mediante la usura (y él no), que fueran avaros y
abusivos (aunque él no es el hombre prototipo). Por ello fue “encendiendo” poco
a poco a las personas para que se levantaran contra ellos y les desterraran y
les mataran, para así sacar ventaja con su negocio de venta de burros por valor
de una casa. Cabe decir que en su forma
de ver a los judíos, Esquivel les atribuye a todos cosas malas, los mete en el
mismo costal a todos, cosa injusta, creo. Además, Esquivel es un hombre
oportunista, esto lo podemos “ver” ya que a la primera se cambio de religión
para obtener beneficios. Si tiempo después la situación se invirtiera, se le
podría escuchar diciendo: “siempre ayude a los míos, les protegí, nunca fui cristiano,
antes muerto”. Obvio, si pudiese obtener algún beneficio. Esquivel se comporta
como la clase política de nuestro país; un día son rojos, otro amarillo, otro
verde, pero siempre son la misma escoria.
En consecuencia, considero que el dicho popular “Para
que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo”, sin duda, aplicaría en
Esquivel.
Nezahualpilli es un hombre al que le gusta observar
los acontecimientos y utilizar la razón, de esta manera se ha percatado cómo
funcionan varios fenómenos, lo que le ha abierto horizontes. Esto ha hecho que
cuestione la forma en que se explican las cosas, de forma religiosa, en su
pueblo. Y, por consiguiente, ha generando en él tristeza, ya que las personas
se niegan a expandir sus mentes, cuestionando todo lo que las rodea, ya sea por
temor, costumbre, tradición. Nezahualpilli está pasando del oscurantismo
religioso a la luz de la razón. Hay que hacer notar que para que se cambien
aspectos culturales en determinada sociedad, muchas veces, tiene que transcurrir
algún tiempo.
Para mí ha sido un verdadero placer descubrir las ceremonias
y leyendas que se narran en el libro. La manera en la que nuestro cerebro
reconstruye los mundos y nos permite asomarnos es maravillosa. Sólo una
ceremonia conocía, la del fuego nuevo que se realizaba (se realiza, ya que se
retomo) en el cerro Huizachtecatl, hoy
cerro de la Estrella. Un nuevo comienzo cada 52 años, no obstante, las mismas
personas, como decía Nezahualpilli –algo triste y decepcionado-.
La principal diferencia que se da entre las muertes que suceden en
México y las de España, es el significado. Mientras que para México hay un sacrificio-ritual para los dioses; hay todo
un simbolismo que acompaña a la muerte; en España se dan para acabar con los
infieles, acabar con el tirano.
Entre ambas naciones debe de haber, muy seguramente,
diferencias culturales. Pues cada cultura blande su estandarte, acompañado de
sus creencias y dioses/dios. Pero también debe de haber similitudes, ya que ambas
naciones parten de la misma especie, humanos. Y, lejos de creer que una es
mejor que la otra, superior o inferior, simplemente, creo que son distintas.
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