sábado, 24 de agosto de 2019

Segunda sesión de Doce hombres enojados




Para empezar, los miembros del jurado que consideran culpable al susodicho, los once, empiezan a tener sus dudas, por cierto,  cuando el número ocho, quien tiene sus dudas con respecto a la culpabilidad del joven, les da ciertos puntos que amplían el panorama para el análisis, como la navaja, los posibles errores en la apreciación de los sonidos y las imágenes, el tiempo.

Acerca de quiénes son “ellos”, son personas que viven en guetos, en la periferia, sin educación, diferentes, con carencias, sin oportunidades, sin servicios, pobres, negros, quizá.
Vale la pena decir que alguien con prejuicios, como los que deja entrever el jurado número diez, en el fondo, es casi imposible que sea imparcial al juzgar al chaval, ya que éstos siempre acompañarán, empañarán, nublarán,  su decisión.
Dicho lo anterior, dudo que haya personas sin prejuicios, hasta las mentes más inteligentes han cometido tremendas cagadas, no obstante, sin duda que debe haber personas que utilizando la razón traten de controlarlos, desmenuzarlos, romperlos, tener un buen control de daños.

Todos los miembros del jurado, de una u otra forma, en mayor o menor medida, tienen cierta parcialidad al analizar el caso, como cualquier persona,  ya sea por sus experiencias, lo que han vivido, lo que les ha marcado, lo que les han transmitido, lo que sienten.
Y es que la objetividad de las personas, de los humanos, hay quienes apuntan, investigaciones, aunque no de manera absoluta, que todas al ver, oír, entender, juzgar, investigar, pensar, lo hacemos desde nuestra subjetividad, nuestra visión, nuestra parcialidad. Por ello se desarrolló un método para tratar de mitigar dichos sesgos, y que permitiera entender, ver, analizar desde una perspectiva más amplia, “objetiva”.

En la historia, en el fondo, las relaciones padre e hijo son importantes porque éstas van a permitir visualizar, tratar de entender, desde la experiencia propia de cada jurado, lo que sucedió, lo que sucederá, en la relación del “asesino” y su víctima. Así, uno comprenderá que un muchacho marcado por la violencia toda su vida, merece otra opción, no la muerte, mientras que  otro, de hecho, no visualizara nada de malo en aplicar la violencia para corregir a un hijo, hacerlo “hombre”.

Quizá el anonimato para la obra es importante porque, simbólicamente, representa a aquellas personas con capuchas (anónimos), verdugos, surgidas principalmente en la edad media,   que tenían la vida de los condenados en sus manos, al igual que los jurados.

Considero que el texto se llama Doce hombres enojados, ante todo,  porque las personas que participaron en la deliberación del juicio, de hecho,  parten de ese sentimiento para tomar su decisión; unos no pueden creer que un hijo mate a su padre, que haya tal pérdida de valores, que tipos así queden en libertad, mientras que otro no puede creer que se tome tan a la ligera una vida humana, con pruebas tan débiles.

Hay que destacar que para poder tomar una decisión con respecto al caso, primero, tendría que tener pruebas claras que incriminaran o que absolvieran al acusado, no solamente apreciaciones de memorias falibles, segundo, ver el lugar, los alrededores, escuchar a los testigos, ver el lenguaje corporal, leer el expediente.


Doce hombres enojados

El texto que leímos en está ocasión, aunque es muy corto, logra sumergirte en una atmósfera de conflicto, de justicia sesgada, de cierto desinterés por analizar los hechos, en donde, por cierto, se tomara la decisión, cual verdugos, de mandar o no a un hombre a la silla eléctrica.
Ahora, no sé si a ustedes les paso pero a mí me dio mucha rabia, fui uno más de los enojados, al percibir que los jurados no cuestionaban los hechos, las pruebas, que estaban más interesados en ir a un partido, en comer, en beber, en no trabajar, en irse a sus casas. Y es que vivir en un país con índices de impunidad altos, no es sencillo.  



viernes, 16 de agosto de 2019

Primera sesión de Doce hombres sin piedad




Con respecto a que si aceptaría  ser jurado, por cierto, si dicho sistema se implementara en nuestro país, la verdad es que no. No porque tenga una discusión interna sobre la moral, sobre si alguien merece vivir o morir, si alguien es culpable o inocente. Lo que se agolpa en mi mente es el hecho de que la impartición de justicia en nuestro país está podrida.

Considero que para las personas profundamente religiosas o que tratan de alcanzar niveles más altos de consciencia, de luz, es posible que crean que existan personas capaces de no juzgar a los demás. No obstante, si analizamos profundamente, críticamente, concienzudamente,  el comportamiento y el actuar de los humanos, muy seguramente, descubriremos que dichas afirmaciones se caen porque, indiscutiblemente, todos juzgamos en mayor o menor medida.

Si bien se suele decir que en el fondo cada palabra representa un concepto único, que no hay realmente sinónimos, haciendo búsquedas, pesquisas, en diccionarios, internet, juicio te remite a opinión y viceversa. En conclusión tener un juicio o una opinión sobre una persona, para efectos prácticos, es lo mismo. O, a menos que se crea que un juicio parte siempre parte de la “razón”, de tener argumentos sólidos, y, por el otro lado, una opinión parte de la subjetividad.

Hay que destacar que tener una opinión diferente a la de los demás, a la de la mayoría, en determinadas circunstancias, de hecho, es difícil y peligrosa; primero, porque somos seres sociables que interactúan con los demás, es decir que necesitamos sentirnos parte del grupo, y al pensar diferente se nos excluye (violencia pasiva); segundo, porque la reacción de los demás puede ser visceral, fanática, arcaica, violenta.

Una de las cosas por las cuales me gusta y me mantengo en el Aleph es porque me acerca, me muestra, lecturas, textos que no están en mi radar.
Con lo anterior, básicamente, quiero decir que no conozco alguna adaptación del texto.

Es diferente leer una novela a un guion, principalmente, por cómo está estructurado, escrito, con diálogos entre los distintos personajes, descripciones de los actos, menos reflexión de los personajes, su duración, pero nada que  impida adentrarse en su lectura o la dificulte.
Asimismo, si no mal recuerdo en este espacio hemos leído dos obras teatrales de Shakespeare.

Es probable que la última pregunta de la sesión esté planteada de tal manera que nos inclinemos por la segunda opción, ya que tienen prestigio, pero eso no los excluye de tener prejuicios, sesgos, errores, como hay muchos ejemplos. Ahora, quien nos puede garantizar que las personas elegidas al azar sean menos “objetivas”. Al hacer nuestra elección, quizá, los prejuicios inclinen la balanza.






domingo, 4 de agosto de 2019

Antichrista



Por lo contrario, con respecto a qué tan inocente y buena es “Blanca”, considero que todos tenemos un lado obscuro, una zona velada, que nos movemos entre las aguas del bien y el mal, pero nuestros sesgos no nos permiten ver con claridad, objetividad (¿realmente existe?),  o los vemos pero los ignoramos, engañándonos.
Ahora bien, como lo mencione en la sesión anterior, los sucesos nos son narrados desde la visión (juiciosa) de Blanche y, hay que destacar, para ella si es una batalla de la luz contra la obscuridad, del bien contra el mal. Pero visto  desde fuera, por cierto,  hace falta conocer la otra parte de la historia para formarnos una opinión, idea, y así formular un juicio y poder decir si realmente hay una lucha entre la dualidad.

Creo, según he estado pensando un largo rato, que la autora eligió el apellido de Hast para la protagonista, en el fondo, por dos cuestiones, la primera, por la forma en la que se forma una idea de sí misma y de las cosas, la segunda, por las cosas que le van a ocurrir en un periodo de tiempo corto: de la decepción al odio, de la admiración al desprecio, de la ilusión al chasco, del sometimiento a la rebelión. O, también puede ser por lo precipitado de la niñez, de la juventud, de los juicios, de la pureza, de la inocencia, de la vida, cual gotas de lluvia que cruzan por nuestra mirada para impactarse en la tierra.


Cuando los padres de Blanche se enteraron de lo que sucedió con Christa, las mentiras y todo lo demás, reaccionan con calma, tristeza, analizando el escenario, hasta cierto punto justificándola, esto sucede así, hay que destacar, porque los padres tienen otra forma de pensar, de relacionarse con los demás, de “ver” las cosas, una visión menos juiciosa a la de su hija.
Asimismo, quizá su reacción pueda considerarse “antinatural, poco creíble, para algunos, ya que se cree que todos los padres anteponen todo defender, amar, a sus hijos, no obstante en el abanico de personalidades que hay en el mundo, por cierto,  debe haber quienes no quepan dentro de nuestras concepciones.   

La razón por la cual mintió Christa, en el fondo, tiene que ver con la necesidad imperiosa de ser centro de  atención, así como de despertar la admiración en los demás. Además de que para una persona narcisista, debido a los estándares que se pone, fuera de la “realidad”, la mentira es uno de sus pilares, y la única capaz de justificar su visión.
Así, los padres de Blanca al dilucidar lo que pretendía Antichrita, atraer su atención, decidieron ignorarla. Lo que más le duele a un narcisista es ser ignorado, perder el control sobre las cosas.

Los puntos por los cuales desapareció Christa de la escuela después del beso son, uno, no toleró las críticas, dos, no soportó la pérdida de control, tres, no supo cómo enfrentar la situación.
Los narcisistas no soportan lo anterior, es como veneno, de acuerdo a mis investigaciones.

La frase que aparece al final del texto, en el fondo, nos deja ver que la protagonista se siente cómoda en el papel de víctima, ya que le cuelga sus elecciones a alguien más, en lugar de decir que le gustaría tener otro aspecto; o que Antichrista logra germinar su semilla, o que Antichrista es una proyección, construcción, de Blanche.

Antichrista

Si bien la obra que leímos en está ocasión, tragicomedia, nos narra una serie de abusos, situaciones que pasan en la juventud, el “cambio”, el encuentro de dos chicas antagónicas, considero que, en fondo, hay una cuestión de cómo el hecho tener determinada forma de pensar, inevitablemente, nos va a llevar apercibir de distinta manera nuestra realidad, de cómo queremos que el mundo se adapte a nuestra visión (absurdo).