martes, 26 de febrero de 2019

Tercera sesión de En defensa de la envidia



Considero que lo qué le sucede, según la visión de Uriel, a Salvador con respecto a Reyes, por cierto, es que pareciera que el primero no soporta cualquier cosa que haga sobresalir, ponga en el radar, suba al podio, al segundo. Creo que en el fondo Salvador desea tener la posición que ocupa Reyes , ya que muy seguramente se considera superior, que su papel sería mejor.

En el texto podemos encontrar escenas en las que el factor “ridículo”está presente, como en las páginas 46, 53, 70 y 73:
En la madrugada la fiesta había degenerado hasta el punto de parecer una caricatura de Freyre. En el jardín, varios de los invitados, arrodillados, le rezaban a una Diana cazadora (reproducción de la del Paseo de la Reforma), que estaba en lo alto de una de las tantas fuentes; otros se arrastraban por el suelo en busca de botellas semivacías, con colillas de mariguana en la comisura de los labios; algunos otros simplemente seguían haciendo el amor cubiertos por manteles que habían jalado de las mesas, para que con el sereno de la mañana no les diera pulmonía.

Si Novo hubiera estado en sus cabales hubiera seguido con el parlamento («No lo dudes. Y haz por no perderlo...»), pero hipnotizado por tal cúmulo de insensateces, habría perdido el habla y solamente balbucearía algo incomprensible mientras se le escurría un hilo de baba por la comisura de los labios.

Muy para nuestra sorpresa, Novo no había hecho nada para disimular el supuesto origen maximilianesco de nuestra heroína, es más, era tan adicto a los disfraces que parecía haber hecho todo lo posible para resaltar lo postizo de la leyenda.

—Le pido un favor —le dije, como en un trance de inspiración—, cuando lleve los platillos a la mesa diga que el caldo se llama Sopa a la Siqueiros, yo le voy a preguntar por qué, y usted me responde que por la garra del sabor, por la intensidad del olor de los ostiones, o algo por el estilo. Cuando lleve los pescados diga que son truchas bañadas en salsa Velasco, yo le vuelvo a preguntar por qué, y usted me contesta que porque la variedad de los colores de las verduras le recuerdan los paisajes de don José María. Para terminar suelta una frase críptica, que Siqueiros y Velasco son los únicos pintores que valen la pena en este país.

Ahora bien, creo que las anteriores escenas son graciosas, por lo menos para mí, porque rompen con el molde del intelectual solemne, siempre en sus cabales, siempre en uso de razón, siempre aspirando a lo más elevado, siempre mostrando su grado de intelectualidad,  y nos muestran un lado más visceral, más errático,  más cercano al común de los mortales, más humano, si se quiere ver así.  ¿Quién no ha hecho el ridículo?

En primer lugar, Uriel envidiaba a Alfonso Reyes, vale la pena decir, porque la mujer de la que estaba enculado, Pita, tenía por el segundo un amor platónico, una conexión especial, razón por la que no se podía entregar en cuerpo y mente al primero. Para después dirigirla, la envidia, hacia Diego Rivera, ya que éste pinto, inmortalizo, a la susodicha, lo que genero en la mente de Uriel, a propósito, toda clase de elucubraciones celosas. En otras palabras, la envidia de Uriel está marcada por la interacción del factor Pita. 

Siguiendo el hilo de la visión sesgada de Uriel, tengo la impresión de Salvador Novo es el tipo de persona que primero, segundo, tercero, ve por él, por lo que tengo mis dudas de que, una vez conseguido su meta, haya decidido ayudar a su compañero de batallas. Es como los políticos que buscan que los ayudes a conseguir un cargo, y una vez conseguido se olvidan de las personas.

Para robarle la cocinera a Alfonso Reyes, Uriel Organizó diferentes estrategias para que se arruinaran las cenas que Poncho prodigaba; intentó sabotear las compras de la plaza; mandó anónimos a la tía Chole; le envió una pormenorizada oferta de trabajo de Salvador (con citas del Manifiesto comunista, como para darle un toque de reivindicación laboral, de justicia social permanentemente pospuesta), donde le aclaraba los pros de este empleo sobre el que tenía con Reyes, y que lo hacía quedar (a Alfonso) como un tratante de blancas o de esclavos; hizo que Rodríguez Lozano y Agustín Lazo también le ofrecieran trabajo, y que frente a su propuesta la de Novo apareciera como la promesa de la tierra santa; le puso una veladora a San Pascual Bailón;  le leyó su novena a San Martín Caballero para que les hiciera el milagro.

Se dice que la que trato de matar a todos de un tirón, a todo esto, fue la tia Chole, al descubrir que solamente era utilizada, requerida, engatusada, pretendida, por sus artes gastronómicas. 

Uriel se autoexilia por el peso de los recuerdos, la tristeza de la nostalgia; porque los lugares y personas que lo rodeaban lo remitían a situaciones que fueron; porque los lugares y personas lo remitían a su amor, Pita; porque los lugares y personas lo remitían  a un ser que ya no es el mismo.

En defensa de la envidia

Con respecto a la novela que leímos en esta ocasión, hay tres puntos que me parecieron importantes resaltar y analizar.
El primero es qué en la novela-chisme podemos encontrar sentimientos que, de acuerdo a investigaciones que hice, en mayor o menor medida son considerados malos, que nos envilecen, que están lejos de los seres de luz, de los seres de amor, no obstante los llevamos con nosotros al ser emocionales, falibles, que carecen de omnipotencia y omnisciencia. Muchas veces he tratado con seres que van de elevados y en realidad son mierdas, sobra decir.
El segundo, de hecho, es el que aborda el inevitable, hasta ahora, paso del tiempo por nosotros, por las personas que amamos, por los lugares, como aquella escena en la que la Vélez  observa rostro surcado por líneas de rímel, donde las patas de gallo, la incipiente papada, las arrugas en las comisuras de la boca, la V en la frente, le enseñaban la versión actual de lo que había sido su belleza.
Por último nos queda la desmitificación, el rompimiento del molde, de la mascara de lo que se pretende mostrar a los demás, de lo que no se es o de lo que se es en cierta medida.

domingo, 17 de febrero de 2019

Segunda sesión de En defensa de la envidia



En el texto (En defensa de la envidia) podemos encontrar a muy distintos personajes de la cultura, el arte, la política, el cine, el espectáculo, etc., como Pedro Armendáriz,  Porfirio Díaz, Marcel Proust, Lope de Vega, Cervantes,  Don Benito, Maximiliano y Carlota, Xavier Villaurrutia, Duchamp, Tongolele,  Aquiles Serdán, Pita Amor, García Lorca, Dolores del Rio, Chaplin, Ronald Reagan,  hay que resaltar, de los que reconocí.
Ahora, si bien en la lectura hay una gran cantidad de personajes que interactúan esporádicamente o circunstancialmente,  el hecho de no ubicarlos o conocerlos, por cierto, no impedirá que uno disfrute de la historia, pues se encuentran en un segundo plano de la idea central, no obstante si amplían la visión de lo que se trata de plasmar.
De hecho, a mí me cuesta mucho, en ocasiones, recordar los nombres de algunos personajes de los diferentes libros que he leído, pero la idea central, el núcleo, se queda enraizado en mi mente y puedo recurrir a él en cuestión de segundos.

La serie de historias, chismes si así se quiere ver, se pudieron reconstruir, cual retazos de tela, gracias a la correspondencia que Uriel Eduardo Alatriste lego a su sobrino, y que a su vez éste nos da a leer, a interpretar, a conocer.  Así pues, en primera instancia es el sobrino quien nos introduce en la lectura, después es el abuelo quien nos narra.

Una historia, una foto, un vídeo, una declaración, una opinión,  mientras más se aleje de la fuente original es más imprecisa,  ya que a medida que se aleja, cual imán que atrae metal, se le van sumando o quitando pequeñas cosas que la transforman. 

La verdad es que no había reparado en cómo la historia había representado a los hombres, hasta que leí la pregunta que toca tales asuntos, y quizá se deba a la percepción que me he formado actualmente, de ver y entender que hay cosas, comportamientos, que no son exclusivos de alguien en particular, sino que compartimos los humanos, como el gusto por el chisme.

En la obra, según he podido analizar, la envidia va acompañada del orgullo y la ira. Todo comienza cuando una persona con un exceso de estima hacia su persona, sus méritos, sus logros,  descubre que un simple mortal tiene algo  que por derecho propio él debería tener, pero no lo tiene, lo que lo llena de  un enfado capaz de destruir.

Con respecto a lo que se refiere Novo, podría ser que al salir en defensa de la envidia, trate de reconocer que  ésta es común entre nosotros, que los humanos somos seres falibles, con vicios, imperfectos, lejos de la omnipotencia y omnisciencia, aún en el ambiente que persigue lo más “elevado”.  


sábado, 9 de febrero de 2019

Primera sesión de En defensa de la envidia



Vale la pena decir que existe un abanico muy grande de palabras que se pueden emplear para definir a los “críticos”, para los que no piensan como nosotros, para el que tiene una visión diferente, por ejemplo, envidioso, revoltoso, chairo, estúpido, haters, pendejo, infantil, etc., como lo hizo la hija del ex presidente. Lo que se busca al emplear una o varias de las anteriores palabras dentro de un discurso, un escrito, mal intencionado, es tratar de anular, que pierda fuerza lo dicho por el otro, de cargarle una connotación negativa.

Cuando las personas nos sentimos atacadas (hasta las “grandes mentes”), muchas veces, actuamos de manera visceral al sentir una gran cantidad de emociones que nos saturan el cerebro (somos más emocionales que racionales), haciendo que utilicemos palabras que no vienen al caso, con tal de dañar, de responder, de salir “victorioso” ante el discurso del otro. En tal caso podríamos llamar a alguien envidioso sin que éste realmente lo sea.

Hay que hacer notar que para saber si en un escrito, dicho, actitud, hay envidia de por medio, es necesario, primero, saber el contexto en que se da, segundo, la forma de ser de la persona, tercero, el cómo se dice o se escribe, cuarto, analizar de forma objetiva los diferentes datos que hay detrás. Además, por cierto, dejar de lado el sospechosismo de que siempre hay algo más.

Sin duda que es posible tener una postura diferente a la de las masas sin ser echado en el costal de los envidiosos, u otra categoría, siempre y cuando te encuentres con personas que sean capaces de ver y entender que una serie de observaciones, reflexiones, puntos de vista, no equivale a un ataque ponzoñoso.

Nuestro país, México, ha ido cambiando poco a poco, más lento de lo que uno quisiera, a lo largo de los años. En su paisaje cotidiano, al dejar de lado los baldíos y zonas con vegetación, y pasar a la saturada mole gris con más y más construcciones surgiendo aquí y allá. En el andar, al pasar de caminos de terracería y adoquines y unos cuantos autos, a los caminos asfaltados con baches, millones de autos, muchos de ellos, que contribuyen a un tráfico desquiciante, transporte público deficiente y lleno de robos, transportes alternativos. En su forma de pensar, al ir abriéndose, a paso de tortuga, más y más. En el acceso a la información y el entretenimiento, al pasar de monopolios de la radio y la televisión, a un espectro más ancho; que sería de mi vida sin el acervo de Lectulandia. En la comunicación, al pasar de medios como el telégrafo, el correo, teléfono, fax, a los teléfonos inteligentes. Etc.

Con respecto a que si escritores, pintores, publico, de épocas pasadas, contrastándolos con los actuales, han cambiado, diría que sí, bueno, en algunos aspectos (parabién y mal) como el lenguaje, la forma de expresar sus ideas, la forma en que plasman sus expresiones, incluso, me atrevo a decir, la forma de pensar.