domingo, 8 de noviembre de 2015

Primera Sesión Crónicas marcianas



Quiero hacer un paréntesis con respecto a la llegada de los españoles a lo que hoy es México, ya que en diferentes libros y documentales he notado que se dice que los europeos  lograron “conquistar” a los pueblos originarios por un buen liderazgo, buenas estrategias de lucha y su tecnología avanzada (armas). Todo esto, se dice, lo lograron un puñado de hombres contra miles. A los europeos les gusta creer esto, pero no es así. Los españoles lograron derrocar a los pueblos del “Nuevo Mundo”, no por lo antes dicho, sino porque traían con ellos a una gran cantidad de patógenos (virus, bacterias) para los cuales la población originaria no tenía defensas naturales, entre ellos la viruela, la cual fue mortal para las personas. ¡Tomen eso libros y documentales!

Ahora, creo que si llegará a un lugar totalmente desconocido, no me alcanzarían las palabras para describir todas las sensaciones. Ser el primero o de los primeros en ver y sentir un lugar, debe de ser una experiencia sobrecogedora.

Desde que era niño siempre me impresiono el universo, con todos sus planetas, galaxias, cometas, la posibilidad  de que hubiera vida en otros planetas y sus variaciones. Recuerdo que siempre que pasaban un documental, una película o algo referente a él, no me lo perdía. Bueno, todavía Aún me sigue impresionando el cosmos, es tan grande y hay tantas cosas por descubrir que siento que es la próxima frontera de los seres humanos. ¿Qué cosas esperan ser descubiertas? ¿Habrá cosas que no debieron serlo?

Como bien lo mencionas, todos conocemos alguna historia del fin del mundo, que si un meteorito impactará  la Tierra –bueno, hay probabilidad-, que si las siete copas de la ira de Dios, que si una invasión extraterrestre, que si el surgimiento de un virus mortal, que si un apocalipsis nuclear, que si la inteligencia artificial nos destruirá, que si un experimento humano fallido acabará con todo, etc.

Dentro de todas las historias del fin del mundo que hay, una es la que ha atrapado mi atención, es la que aborda el calentamiento global. Todos hemos escuchado o leído algo sobre el tema. Bueno, se dice que este fenómeno va a alterar el clima del planeta –ya lo está haciendo- y va a afectar los ecosistemas de todo el planeta, habrá lluvias más fuertes, sequias más poderosas, inundaciones, etc. Algunos especialistas afirman que de no tomar medidas sobre este fenómeno, toda la vida que hay en la Tierra estará en peligro, eso nos incluye.

Si hubiera un plan en caso de un desastre enorme, me parece que consistiría en almacenar la mayor cantidad de muestras de “vida”, con el fin de volver a empezar en la Tierra o en otro planeta.

La verdad es que tengo todo un debate en mi cabeza de los pros y los contras de tal propuesta. Por una parte, pienso que sería fantástico ir a otro planeta, las sensaciones, los paisajes, las aventuras que me esperan, sin olvidar los problemas. Por otra parte, el ya no volver a ver a las personas que quiero, los paisajes, los animales, la Tierra, que es nuestro hogar, me hace sentir cierta nostalgia. Pero, sin duda, aceptaría.

Con respecto a la última pregunta, les quiero compartir una reflexión de Carl Sagan, de su libro Un punto azul pálido: una visión del futuro humano en el espacio, sobre una fotografía que fue tomada por la Voyager a una distancia 6000 millones de kilómetros de distancia:


Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.

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