viernes, 3 de abril de 2015

Cuarta Sesión El Club Dumas


Bueno, eh, desde luego. Las series televisivas, algunas, son realmente muy buenas, y considero que se pueden comparar con obras de Shakespeare. Pues hay muchas personas involucradas en su realización, que procuran entregar un trabajo de gran calidad para el público. En ocasiones los actores son tan buenos que hacen que sientas aquel drama ficticio como real; puedes sentir placer al ver morir a algún personaje que detestas, o sentir tristeza por otro que murió, o sentir un nudo en la garganta en momentos de quiebre. En parte, se debe a que las series, a diferencia de las películas, tienen más tiempo para mostrarte más detalles. No obstante, algunas películas son excelentes utilizando dos o tres horas, y, el agregarles una secuela o más tiempo, las destruiría por completo.

En el fondo, pensé que el manuscrito de Dumas encerraba algunos detalles que permitirían develar las claves de Las nueve puertas, no fue así. Es más no tenían relación alguna. También llegué a pensar que El club Dumas era una clase de secta religiosa, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, que luchan por erradicar al diablo (guiño guiño). Me sorprendió descubrir que estaba equivocado en varias cosas que daba por ciertas, pero fue placentero.

El diablo representa a la inteligencia que poseemos, la cual nos ha permitido entender el mundo que nos rodea mejor que cualquier otro animal, bueno a algunos. Pero, la inteligencia tiene su precio. Mientras crecemos nos damos cuenta de que somos mortales, y que nuestros seres queridos algún día morirán. Cada perdida que tenemos, se lleva un poco de nosotros. Cada acción que haya generado algún daño, nos pesa como el plomo. La soledad, fiel compañera, nos carcome lentamente, sin prisa. Las noches de insomnio, en las que pensamos y repensamos las cosas, se repiten con frecuencia. No obstante, la inteligencia nos permite ver la belleza de las cosas, soñar, crear, explorar el cielo, apreciar la música y amar. Inclusive, nos ha permitido desarrollar la palabra, misma con la que nos comunicamos, y que hace posible que escriba este comentario.

El autor nos dice que el diablo dejó varias vías de acceso para los impacientes, incluyendo la forma de pactar con él, pero sólo aquellos que sean dignos encontraran el camino. Esto hace factible invocarlo, el problema reside en saber si se cumplen con los requerimientos. Por ejemplo, no me imagino a Carlos Trejo, con su infinita sabiduría, encontrando el camino. Pues se supone que el diablo escoge a personas inteligentes, capaces de superar los retos que les pone.

Al final de la historia, nos enteramos que los hermanos Ceniza infiltraron la ilustración perdida en el número Uno. Y por eso no le salieron las cuentas a Borja, pues en los tres ejemplares, la última xilografía era falsa. Como bien dice Corzo, los libros gastan ese tipo de bromas.

Mientras leía la obra, fue difícil no recordar a Heracles Póntor de La caverna de las ideas, pues, creo, es muy parecido a Corzo. Ambos personajes tratan de descubrir enigmas, uno sobre un asesinato, el otro sobre la autenticidad de dos libros. Además los dos son personajes intelectuales y solitarios. Quizá esa vida exige no echar amarras en ningún lado.

Además, leer la explicación del bando perdedor, los que se rebelaron, es muy enriquecedor, ya que te permite completar parte de la historia. 

El diablo nos dice que la vida se basa en decisiones conscientes o inconscientes, que te llevan por determinado camino. Por ejemplo, él se rebelo porque no quería seguir las órdenes toda su vida, ansiaba la libertad, y por ella termino compartiendo el mundo con los humanos.

Me gusto como el escritor retrato al diablo, ya que rompió el estereotipo que tenía, ya saben, cuernos, color rojo, fuego, maldad pura. Sin embargo, este diablo tenía un lado, no sé como decirlo, tal vez …Humano.  

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