Bueno, eh, desde luego. Las
series televisivas, algunas, son realmente muy buenas, y considero que se
pueden comparar con obras de Shakespeare. Pues hay muchas personas involucradas
en su realización, que procuran entregar un trabajo de gran calidad para el
público. En ocasiones los actores son tan buenos que hacen que sientas aquel
drama ficticio como real; puedes sentir placer al ver morir a algún personaje
que detestas, o sentir tristeza por otro que murió, o sentir un nudo en la
garganta en momentos de quiebre. En parte, se debe a que las series, a diferencia
de las películas, tienen más tiempo para mostrarte más detalles. No obstante, algunas películas
son excelentes utilizando dos o tres horas, y, el agregarles una secuela o más
tiempo, las destruiría por completo.
En el fondo, pensé que el
manuscrito de Dumas encerraba algunos detalles que permitirían develar las
claves de Las nueve puertas, no fue
así. Es más no tenían relación alguna. También llegué a pensar que El club Dumas era una clase de secta
religiosa, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, que luchan por
erradicar al diablo (guiño guiño). Me sorprendió descubrir que estaba equivocado
en varias cosas que daba por ciertas, pero fue placentero.
El diablo representa a la
inteligencia que poseemos, la cual nos ha permitido entender el mundo que nos
rodea mejor que cualquier otro animal, bueno a algunos. Pero, la inteligencia
tiene su precio. Mientras crecemos nos damos cuenta de que somos mortales, y
que nuestros seres queridos algún día morirán. Cada perdida que tenemos, se
lleva un poco de nosotros. Cada acción que haya generado algún daño, nos pesa
como el plomo. La soledad, fiel compañera, nos carcome lentamente, sin prisa.
Las noches de insomnio, en las que pensamos y repensamos las cosas, se repiten
con frecuencia. No obstante, la inteligencia nos permite ver la belleza de las
cosas, soñar, crear, explorar el cielo, apreciar la música y amar. Inclusive,
nos ha permitido desarrollar la palabra, misma con la que nos comunicamos, y
que hace posible que escriba este comentario.
El autor nos dice que el
diablo dejó varias vías de acceso para los impacientes, incluyendo la forma de
pactar con él, pero sólo aquellos que sean dignos encontraran el camino. Esto
hace factible invocarlo, el problema reside en saber si se cumplen con los
requerimientos. Por ejemplo, no me imagino a Carlos Trejo, con su infinita sabiduría,
encontrando el camino. Pues se supone que el diablo escoge a personas inteligentes,
capaces de superar los retos que les pone.
Al final de la historia, nos
enteramos que los hermanos Ceniza infiltraron la ilustración perdida en el
número Uno. Y por eso no le salieron las cuentas a Borja, pues en los tres
ejemplares, la última xilografía era falsa. Como bien dice Corzo, los libros
gastan ese tipo de bromas.
Mientras leía la obra, fue difícil
no recordar a Heracles Póntor de La caverna de las ideas, pues, creo, es muy
parecido a Corzo. Ambos personajes tratan de descubrir enigmas, uno sobre un
asesinato, el otro sobre la autenticidad de dos libros. Además los dos son
personajes intelectuales y solitarios. Quizá esa vida exige no echar amarras en
ningún lado.
Además, leer la explicación
del bando perdedor, los que se rebelaron, es muy enriquecedor, ya que te
permite completar parte de la historia.
El diablo nos dice que la
vida se basa en decisiones conscientes o inconscientes, que te llevan por
determinado camino. Por ejemplo, él se rebelo porque no quería seguir las órdenes
toda su vida, ansiaba la libertad, y por ella termino compartiendo el mundo con
los humanos.
Me gusto como el escritor
retrato al diablo, ya que rompió el estereotipo que tenía, ya saben, cuernos,
color rojo, fuego, maldad pura. Sin embargo, este diablo tenía un lado, no sé
como decirlo, tal vez …Humano.
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