jueves, 20 de agosto de 2020

Tercera sesión de Huéspedes inesperados

 

Con respecto a Buchanan, alias “el granjero”, siendo sincero, por cierto, no sentí pena, ya que en lo que llevo de vida he visto y leído todo clase de historias en las cuales se rompe con la “luz”, con la inocencia, con el romanticismo, cuando se mira en el fondo, en lo profundo del ser, de muchos de nuestra especie.

Pues bien, retomando los pensamientos de Buchanan sobre la casa, sin duda que éste confirma lo anteriormente dicho.

 

Por lo que se refiere a la cantidad de pasajeros que han llegado a la casa, creo no hay una cifra estable pues muchos aparecen y desaparecen porque, parece ser, son los muertos que hubo en el accidente del tren y que fueron llevados por el demonio, Charlie.

 

A Smudge le gusta dibujar en las paredes se su cuarto el relieve de los animales, medirlos, con carboncillo, plasmar arte, como ella lo dice.

 

Durante el juego de ciervas y sabuesos que propone el demonio, que básicamente consiste en herir emocionalmente a los demás, varios de los allí presentes sufren una transformación, creo yo, mostrando parte de lo que son, parte de la condición humana. Con excepción de Patience y Ernest, quienes se mantuvieron fieles a su pensamiento: lo que se quiere no se lastima, no se daña.

 

Las palabras que le dice Taversham a Emerald en la página 133, en el fondo, son verdad, ya que él solamente fue el arma, pero ellos dispararon. Por el contrario, los hermanos, Patience y Ernest, sopesaron el arma, pero no la usaron.

 

Ahora, algunas de las cosas extrañas que he detectado, percibido son: el olor fétido que vicia el aire, las extrañas apariciones y desapariciones de Traversham, el insaciable vacío y la paulatina palidez de los pasajeros, el extraño comportamiento del teléfono, la extraña demora de los trabajadores de la casa a la hora de ir a recoger a los pasajeros sobrevivientes, la extraña sensación de maldad que despide Beechers, el alarido que despide y eriza la piel por parte de Charlie.

 

 

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