Con respecto a Buchanan, alias “el
granjero”, siendo sincero, por cierto, no sentí pena, ya que en lo que llevo de
vida he visto y leído todo clase de historias en las cuales se rompe con la “luz”,
con la inocencia, con el romanticismo, cuando se mira en el fondo, en lo
profundo del ser, de muchos de nuestra especie.
Pues bien, retomando los pensamientos de
Buchanan sobre la casa, sin duda que éste confirma lo anteriormente dicho.
Por lo que se refiere a la cantidad de
pasajeros que han llegado a la casa, creo no hay una cifra estable pues muchos
aparecen y desaparecen porque, parece ser, son los muertos que hubo en el
accidente del tren y que fueron llevados por el demonio, Charlie.
A Smudge le gusta dibujar en las paredes
se su cuarto el relieve de los animales, medirlos, con carboncillo, plasmar
arte, como ella lo dice.
Durante el juego de ciervas y sabuesos que
propone el demonio, que básicamente consiste en herir emocionalmente a los
demás, varios de los allí presentes sufren una transformación, creo yo,
mostrando parte de lo que son, parte de la condición humana. Con excepción de
Patience y Ernest, quienes se mantuvieron fieles a su pensamiento: lo que se
quiere no se lastima, no se daña.
Las palabras que le dice Taversham a
Emerald en la página 133, en el fondo, son verdad, ya que él solamente fue el
arma, pero ellos dispararon. Por el contrario, los hermanos, Patience y Ernest,
sopesaron el arma, pero no la usaron.
Ahora, algunas de las cosas extrañas que
he detectado, percibido son: el olor fétido que vicia el aire, las extrañas apariciones
y desapariciones de Traversham, el insaciable vacío y la paulatina palidez de
los pasajeros, el extraño comportamiento del teléfono, la extraña demora de
los trabajadores de la casa a la hora de ir a recoger a los pasajeros
sobrevivientes, la extraña sensación de maldad que despide Beechers, el alarido
que despide y eriza la piel por parte de Charlie.
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