martes, 24 de septiembre de 2019

Tercera sesión de El curioso incidente del perro a medianoche



A Christopher le gusta el personaje de Sherlock Holmes, uno, porque es inteligente, dos, porque resuelve misterios, tres, por su frase “El mundo está lleno de cosas obvias de las que nadie se da cuenta nunca ni de casualidad”, cuatro, porque su forma de pensar se parece a la suya, cinco, porque puede abstraer su mente a voluntad.
Ahora, sin duda que me gustaría, sobre todo, tener la capacidad de abstraer mi mente a voluntad, vale la pena decir, para utilizarla en esos momentos en los que no me interesa lo que acontece a mí alrededor.

En un inicio, por cierto, nuestro personaje principal se sobresalta al descubrir las cartas de Madre, a quien creía muerta de un infarto, después, prácticamente, colapsa al descubrir su contenido y sacar conclusiones.

En determinado momento de la relación familiar entre Padre, Madre y Christopher, ésta siente que no puede más, que las circunstancias son muy difíciles, que las cosas no son como ella esperaba, que todo va en picada, que las cosas estarían mejor sin ella. Por lo anterior, sobra decirlo, Madre abandona a su pareja e hijo. No es justificable lo que hizo Madre, pero es entendible, porque las personas en las relaciones afectivas, muchas veces, en lugar de buscar soluciones a problemas en específico (ir a terapia para controlar la ira), nos salimos por la tangente, buscamos un escape, tomamos paliativos.

Las diferente historias con las que me he topado en la literatura, por cierto, me han mostrado los silencios, los errores, las torpezas, las bajezas, los abandonos, los dolores, los sesgos, que tenemos los humanos. Por ello, lejos de subirme en el templete de la superioridad moral y juzgar a Madre por su comportamiento, la entiendo.

Los dibujos y los mapas, sin duda, nos ayudan a “ver” y comprender de una mejor manera la forma en la que nuestro personaje percibe y construye su realidad.

La relación entre alumno y maestra es de entendimiento, de comprensión, de respeto, de apoyo.
Asimismo, Siobhan logra comprender muy bien la visión de Christopher, por lo que le da consejos, enseñanzas, para que tome “buenas” decisiones, para que trate de entender a los demás, para que se relacione bien con el entorno, para que sea funcional.

Creo que el estilo de la narración está construido de tal manera, desde la visión de un chico con Asperger,  para que los lectores nos acerquemos, entendamos, “vivamos”, lo que es enfrentarte al mundo con dicha condición.

Cabe destacar que hay, sin temor a equivocarme, escenas que son realmente graciosas, aunque Christopher no lo pretenda, por lo que sucede y por la reacción de las personas (me las puedo imaginar), como cuando en la estación de trenes alguien le dice que se mueva y él le responde con el sonido como el de un perro ladrando.


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