domingo, 14 de julio de 2019

Tercera sesión de Oso



Sin duda que el hecho de que Lou se perciba con ciertas características de algún animal o uno en específico, por cierto, le crea la percepción, efectivamente, de qué lo que está haciendo con el oso, bestialismo, es menos transgresor, no tiene nada de malo, es algo natural.

En el fondo lo que Lou quiere del oso es que la ame, que la quiera, que la posea, que la penetre, que su relación sea como no la fue con ningún hombre. Pero, según mi análisis, eso no va a suceder porque el oso no es un humano, como pareciera que ella lo ve.  

En relación a lo que le sucede a Lou, creo que fue una suma de factores lo que lo propicio: uno, el aislamiento, dos, su relación con los hombres, tres, sobre dimensiona las cosas, cuatro, el florecimiento de su lado salvaje, cinco, dejo de reprimirse.


El dialogo entre Lou y el diablo, a todo esto, es una muestra, reflejo, de los demonios, pensamientos, voces, inconsciente, como gusten llamarle,  de la percepción recalcitrante, dura, que ella tiene de sí misma. Lou tiende a sobredimensionar las cosas (me incluyo en eso), en lugar de darle vuelta a la página, al fin que todo pasa.

En determinado momento, a propósito,  Lou comprende que el oso no puede satisfacer sus proyecciones, sus deseos, porque, sobra decirlo, se mueve, tiene otra visión del mundo, por ello va en busca de Homer.

Creo que Lou esperaba encontrarse a un ser, de esos que abundan en los libros, las historias, capaces de transmutar, reencarnar, moverse entre dos mundos, concepciones que solo suceden en la fantasía.

Según mi experiencia con los animales, con una gata en particular, cuando te suelen atacar, avisar con un zarpazo sin las uñas de fuera, es porque cruzaste la línea invisible. Bueno, así con Lou y el oso, ella debió de cruzar la línea.

Hay que hacer notar que después del ataque, de hecho, Lou por fin comprendió que el oso era un animal salvaje, no su visión descafeinada, por ende, veía al mundo, entorno, de diferente manera.


Oso

La novela que leímos en esta ocasión  tiene tres puntos, según mi visión, que valen la pena destacar. El primero es el autodescubrimiento, el análisis, la exploración, la confrontación, de lo que somos. El segundo es como solemos explicarnos el mundo siempre partiendo del sesgo antropocéntrico, queremos que el mundo se adapte a nuestra visión, a nuestro molde, cuando éste tiene un sinfín de “visiones”. El tercero es el instinto salvaje (sin la carga negativa), animal, que se encuentra dentro de nosotros, que en determinados momentos, situaciones, suele emerger como una boya.










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