sábado, 26 de mayo de 2018

Tercera sesión de Los cuentos de Canterbury



El ideal de matrimonio que podemos encontrar en el segundo cuento es muy diferente, según mi apreciación, al del primero (El cuento de la comadre de Bath), ya que podemos encontrar dos ingrediente esenciales para que se desarrolle, de manera bastante sana, el amor,  uno, que no haya dominación ejercida por ninguna de las dos partes, dos, que no se vea limitada la libertad personal para ejercitar el espíritu; por el contrario, en las relaciones afectivas de la esposa/comadre de Bath podemos encontrar manipulación, dominación, falta de libertad, tormento, violencia, generando relaciones toxicas, conflictivas, relaciones disfrazadas de amor. Aunque, por cierto, debo decir que tengo la sensación de que a Dorígena, o, en el fondo, le asusta la libertad o tiene un rollo de dependencia, ya que cuando no se encuentra con su esposo, de hecho, pareciera que su mundo se pierde sentido.

Vale la pena decir que Aurelio decide, de una vez por todas, declararle su amor a Dorígena porque lo que siente, trata de reprimir, lo va consumiendo lentamente, cual si fuese una mecha encendida, hasta llevarlo hacia un estado catatónico, de enfermedad incapacitante, de congoja delirante. Aurelio funciona como si fuera una olla de presión, que por su diseño, su estructura, su mecanismo, necesita que se libere el exceso de vapor –sentimientos- para que no estalle, y para que, además, lo que se encuentre en su interior, ante todo, siga en óptimas condiciones.
De hecho, hay cada vez más información “dura” que confirma que guardarse sentimientos, cosas, tiene un efecto negativo en la salud física y mental.

Ahora bien, hay que destacar que el hecho de que alguien esté perdidamente enamorado de una mujer, en el fondo, no obliga a ésta a corresponderle, pues el amor, cual si fuese un animal salvaje, no se puede guiar hacia el corral, hacia la infelicidad.   

Aurelio decide no pedir que se cumpla lo acordado por dos cuestiones, que generaron asombro, pena, compasión en su corazón. Primera, al escuchar las palabras de Dorígena: ¡Ay de mí! ¡Pobre de mí!; supo, inmediatamente, que aunque la tuviera a su lado, en realidad, ella nunca lo amaría. Segunda, al escuchar la reacción que tuvo el caballero ante los sucesos, supo que estaba ante una persona virtuosa, la cual no se merecía tal acto de vileza, pues después de todo, en el fondo, el acontecimiento era nada menos que una farsa, una ilusión.  

Con respecto a quien es más generoso y honorable, en definitiva, creo que cada uno de los personajes lo es por igual, ya que cada uno realizó desde su posición lo que estaba a su alcance para contribuir, en conjunto, a que las cosas tomaran en rumbo que vimos. El mismo mago dice: Amigo mío -replicó el filósofo-, cada uno de vosotros ha actuado con nobleza respecto al otro.


Los cuentos de Canterbury

En primer lugar, creo que los dos cuentos desmontan acontecimientos, comportamientos,  que se daban por sentados en aquella época. Por ejemplo, en primer cuento podemos encontrar que la persona que ejerce la dominación en la relación, comportamiento tradicionalmente atribuido a los hombres en una sociedad-cristiana sumamente jerarquizada, es una mujer, que además lo disfruta. Mientras que en el segundo, de hecho, el hombre es el que nos dice el porqué en un matrimonio no debe haber dominación y falta de libertad,  si es que se quiere tener una relación sana.
En segundo lugar, en ambos cuentos podemos encontrar ideales de matrimonio muy distintos, que se contrastan. En el primero hay toda una serie de sentimiento, creo que en su mayoría negativos, que vuelven tormentosos dichos matrimonios. El segundo, por su parte, me pareció un poco más equilibrado, siempre se puede mejorar,  más sano.
Para finalizar, si bien en El cuento de la comadre de Bath podemos encontrar aspectos negativos, un punto que me parece rescatable es el discurso que da ésta en pro de la liberación física y sexual de la mujer.



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