El ideal de matrimonio que podemos
encontrar en el segundo cuento es muy diferente, según mi apreciación, al del
primero (El cuento de la comadre de Bath), ya que podemos encontrar dos
ingrediente esenciales para que se desarrolle, de manera bastante sana, el
amor, uno, que no haya dominación
ejercida por ninguna de las dos partes, dos, que no se vea limitada la libertad
personal para ejercitar el espíritu; por el contrario, en las relaciones
afectivas de la esposa/comadre de Bath podemos encontrar manipulación,
dominación, falta de libertad, tormento, violencia, generando relaciones
toxicas, conflictivas, relaciones disfrazadas de amor. Aunque, por cierto,
debo decir que tengo la sensación de que a Dorígena, o, en el fondo, le asusta
la libertad o tiene un rollo de dependencia, ya que cuando no se encuentra con
su esposo, de hecho, pareciera que su mundo se pierde sentido.
Vale la pena decir que Aurelio decide,
de una vez por todas, declararle su amor a Dorígena porque lo que siente, trata
de reprimir, lo va consumiendo lentamente, cual si fuese una mecha encendida,
hasta llevarlo hacia un estado catatónico, de enfermedad incapacitante, de
congoja delirante. Aurelio funciona como si fuera una olla de presión, que por
su diseño, su estructura, su mecanismo, necesita que se libere el exceso de
vapor –sentimientos- para que no estalle, y para que, además, lo que se
encuentre en su interior, ante todo, siga en óptimas condiciones.
De hecho, hay cada vez más información
“dura” que confirma que guardarse sentimientos, cosas, tiene un efecto negativo
en la salud física y mental.
Ahora bien, hay que destacar que el
hecho de que alguien esté perdidamente enamorado de una mujer, en el fondo, no
obliga a ésta a corresponderle, pues el amor, cual si fuese un animal salvaje,
no se puede guiar hacia el corral, hacia la infelicidad.
Aurelio decide no pedir que se cumpla
lo acordado por dos cuestiones, que generaron asombro, pena, compasión en su
corazón. Primera, al escuchar las palabras de Dorígena: ¡Ay de mí! ¡Pobre de mí!; supo,
inmediatamente, que aunque la tuviera a su lado, en realidad, ella nunca lo
amaría. Segunda, al escuchar la reacción que tuvo el caballero ante los
sucesos, supo que estaba ante una persona virtuosa, la cual no se merecía tal
acto de vileza, pues después de todo, en el fondo, el acontecimiento era nada
menos que una farsa, una ilusión.
Con respecto a quien es más generoso y
honorable, en definitiva, creo que cada uno de los personajes lo es por igual,
ya que cada uno realizó desde su posición lo que estaba a su alcance para
contribuir, en conjunto, a que las cosas tomaran en rumbo que vimos. El mismo
mago dice: Amigo mío -replicó el filósofo-, cada uno de vosotros ha actuado con
nobleza respecto al otro.
Los cuentos de
Canterbury
En primer lugar, creo
que los dos cuentos desmontan acontecimientos, comportamientos, que se daban por sentados en aquella época.
Por ejemplo, en primer cuento podemos encontrar que la persona que ejerce la
dominación en la relación, comportamiento tradicionalmente atribuido a los
hombres en una sociedad-cristiana sumamente jerarquizada, es una mujer, que
además lo disfruta. Mientras que en el segundo, de hecho, el hombre es el que
nos dice el porqué en un matrimonio no debe haber dominación y falta de
libertad, si es que se quiere tener una
relación sana.
En segundo lugar, en
ambos cuentos podemos encontrar ideales de matrimonio muy distintos, que se
contrastan. En el primero hay toda una serie de sentimiento, creo que en su
mayoría negativos, que vuelven tormentosos dichos matrimonios. El segundo, por
su parte, me pareció un poco más equilibrado, siempre se puede mejorar, más sano.
Para finalizar, si
bien en El cuento de la comadre de Bath podemos encontrar aspectos negativos,
un punto que me parece rescatable es el discurso que da ésta en pro de la liberación
física y sexual de la mujer.
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