domingo, 16 de noviembre de 2014

Segunda Sesión de Zona de peligro.




El inicio del libro me pareció muy bueno, e interesante. El autor nos muestra lo maravillosa y hermosa que resulta la naturaleza, a primera vista, con sus paisajes estupendos, con sus magníficos animales, sus colores, retratos dignos de ser guardados en nuestra memoria. No obstante, también nos muestra un mundo que nos aterra, que resulta violento, y en ocasiones incomprensible. Sí, la naturaleza tiene dos caras. El águila que surca los cielos con su esplendida aerodinámica, estupendo plumaje, y que nos parece magnifica. También es capaz de dejar que sus polluelos peleen por los recursos hasta que uno de los dos muera. Es asombroso y aterrador, observar, como un polluelo ataca a su hermano en repetidas ocasiones hasta matarlo o expulsarlo del nido, mientras que los padres solamente los observan. O, descubrir que la misma fuerza que crea organismos asombrosos, los destruye con una violencia y eficacia sorprendente. 

Para hablar de entidades en África,  se ha generalizado el concepto de tribu. Hay grupos que no entran dentro de esta definición, sin embargo, se les denomina así. El definir a centenares de grupos socio-políticos como tribus, les  resta importancia, y justifica la intervención del colonizador, quien a lo largo de la historia se ha creído el civilizador de los “salvajes”. Si revisamos la historia, encontraremos que ha sido contada por los colonizadores, son ellos los que han definido al mundo y a los personas que viven y vivieron en el. Por ejemplo, en nuestro país, conceptos como “indio” e “indígena”, muy utilizados para definir a la población original, son definiciones de los europeos. La población original de México no tuvo la oportunidad de definirse, hasta ahora, cuando los pueblos originarios levantan la voz para ser escuchados. 

Cuando surgió el primer brote del virus en 1976, los científicos desconocían muchas cosas sobre este asesino de humanos, incluso confundían sus síntomas con las de otras enfermedades. Además, no contaban con la ciencia y tecnología con la que contamos hoy en día para realizar un diagnostico eficaz. Sin embargo,  con el paso de los años, se han ido develando algunos de sus secretos, que nos han permitido comprender mejor su funcionamiento. Una vez teniendo información de 38 años, se pueden saber los alcances del virus, y alertar a la población. 

La experimentación con animales nos ha permitido descubrir y entender muchos procesos, que de otra manera no hubiésemos podido. También ha generado un gran cumulo de información, que se ha utilizado para combatir a las distintas enfermedades que aquejan a las personas. 

En la actualidad contamos con un nivel alto, tanto en ciencia como en tecnología, sin embargo, aún no se ha podido replicar un modelo artificial que reproduzca todas las variables genéticas. No obstante, se han  empezado a utilizar métodos de investigación alternativos, como los cultivos celulares, modelos virtuales o tejidos (in vitro). Quizá no es algo significativo, pero se puede ver un avance. Además, empiezan a surgir normas que protegen a los animales.  Ahora bien, tal vez falte mucho por hacer y erradicar la experimentación animal, pero los primeros pasos ya se están dando.

Los seres humanos somos seres que nos contradecimos. Podemos decir que estamos en contra de la experimentación con animales pero exterminamos a miles de hormigas con insecticida; podemos decir que defendemos a los animales porque no tienen voz, y no defendemos a los miles de animales humanos que son invisibles para el sistema. ¿Cuánto especies marinas mueren por la contaminación que vierten las mineras? Minerales que utilizamos cotidianamente, en nuestras computadoras, celulares, televisores y demás productos ¿Cuántas hectáreas de selva son devastadas para sembrar palma de coco o alimentos? También mueren animales. ¿Cuántos animales han muerto por la contaminación de nuestros autos? ¿Cuantos animales mueren por nuestro impacto?

 El 90% de los animales con los que se hacen pruebas, son roedores, de los que se matamos por invadir nuestro hogar. Por cierto, nunca he visto alguna campaña que aborde la adopción de ratas. Ante ello, les comparto un poema de José Emilio Pacheco, como homenaje:

Rattus norvegicus

Dichosa con el miedo que provoca, la rata parda de Noruega
(nacida en Tacubaya y plural habitante
de nuestro barrio más bien pobre), en vez de ocultarse
observa con ojillos iracundos las tristes armas
-escobas, palos, cacofónica avena venenosa-
que no podrán con su astucia.
Sentada en su desnuda cola y en la boca del túnel
que perforó para ganar la calle o la casa según convenga,
la rata obesa de exquisita pelambre, la malhechora
que se come el cereal del pobre, la muy canalla
que devora recién nacidos arrojados a los baldíos,
parece interrogarme: “¿Soy peor que tú?”,
con sus bigotes erizados la oronda en tensión suprema.
“También tengo hambre y me gusta aparearme y no
me consultaron antes de hacerme rata y soy más fuerte
(comparativamente) y más lista. ¿Puedes negarlo?
Además las ratas somos mayoría: por cada uno de ustedes
hay cinco de nosotras. En esta tierra
las ratas somos los nativos; ustedes
los indeseables inmigrantes. Tan sólo vean
la pocilga y el campo de torturas que han hecho
de este planeta compartido. El mundo
será algún día de las ratas. Ustedes
robarán en nuestras bodegas,
vivirán perseguidos en las cloacas.”
El gato interrumpió el monólogo silente
y de un salto de tigre cayó sobre la rata y la hizo
un cúmulo de horror y sangre y carne palpitante.

El autor utiliza lenguaje militar, porque, en cierta forma se libra un enfrentamiento con los patógenos. Ellos tienen una forma de atacar a sus huéspedes, y nosotros una forma de hacerles frente. Nuestro cuerpo tiene a sus células que pelean y lo defienden, en ocasiones pierden y en otras ganan.  Basta con ver un documental de nuestro sistema inmunológico para descubrir los mecanismos con los que contamos, comparables con cualquier ejército.


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