El personaje de
Mackandal representa la figura del líder revolucionario que lucha contra la
opresión, la injusticia, la tiranía de los blancos, aquel mesías que liberara a
los oprimidos y, que tras su asesinato se convertirá en una figura mítica. Mientras
que el personaje de Ti Noel hace referencia al individuo común, al individuo “de
a pie”, al individua anónimo, que ante la realidad tiránica que lo acongoja
constantemente, lucha una y otra vez movido por la esperanza.
En nuestro país se
nos ha repetido constantemente la idea de que la revolución se consumó, nada
más falso. La “revolución” mexicana no fue más que un simple levantamiento
armado, en donde murieron un montón de campesinos anónimos, descalzos, pobres,
armados solamente con herramientas de labranza. Y, que se apagó tan rápido como
surgió. De la revolución solo han quedado un par de personajes míticos y un montón
de revolucionarios, que pasaron a ser los nuevos opresores, caciques y
diputados.
Ti Noel ve a Mackandal
como su líder político, un salvador que lo liberara del yugo blanco. Por ello,
tiende a idealizar al mandinga, lo que genera que sienta una atracción hacia
él.
Mackandal solía
describir hechos que habían ocurrido en los reinos del Popo, de Aranda, de los
Nagós, de los Fulas. Describía vastas migraciones de pueblos, de guerras
mundanas, en donde se encarnaban grandes batallas, en las que hasta los
animales participaban ayudando a los hombres. Conocía la historia del Rey de
Angola, del Rey Da. Pero sobre todo le
gustaba hablar de Kankán Muza, el fiero Muza, hacedor del invencible imperio de
los mandingas. Aquellos reyes eran reyes de verdad. No como los reyes de
Francia o España, en donde el rey enviaba a sus generales a combatir. Por el
contrario, en África, el rey era guerrero, cazador, juez y sacerdote. En Gran
Allá, había príncipes duros como la roca, y príncipes que eran el leopardo, y príncipes
que conocían el lenguaje de los árboles, y príncipes que mandaban sobre los
cuatro puntos cardinales, señores de la nube, de la semilla, del bronce y del
fuego.
Cada vez que
Mackandal les cuenta una historia, no lo hace con el fin de entretener, lo que
busca es despertar en los esclavos la idea de que ser negro no es sinónimo de
esclavo, que la esclavitud es alterable. Mackandal pretende despertar las
mentes adormecidas por el adoctrinamiento del amo, no con el presente sino con
el pasado, pues el presente solo tiene esclavitud, mientras que el pasado tiene
libertad.
Cuando Mackandal pierde el brazo, su amo lo destina a guardar el
ganado, ya que su nueva condición le es inútil para trabajos mayores. El
mandinga llevaba al ganado hacia la montaña, en donde crecía un pasto espeso,
que guardaba el rocío hasta bien entrada
la mañana. Observando las plantas a su alrededor, antes desdeñadas, surgió un
extraño interés por descubrir la vida secreta de las especies. Descubrió una
enredadera que producía escozores, otra que hinchaba la cabeza. También
descubrió hongos que olían a carcoma, a redoma, a sótano, a enfermedad. Nuestro
personaje deshacía la pulpa de los hongos entre sus dedos, para después olerlos
y descubrir que tenían un aroma similar al del veneno. Y para comprobarlo, se
lo daba a oler a una vaca, ésta al
olerlo enseguida se apartaba asustada.
En una ocasión
Mackandal y Ti Noel le suministraron una dosis de jugo de hongo a un perro. El perro tuvo
violentas convulsiones, y después de un tiempo murió.
Mackandal aprendió
una parte sobre los venenos por cuenta propia, la otra parte la aprendió de
una bruja con la que intercambiaba conocimientos.
Las señales que los esclavos interpretaban como
metamorfosis, no eran “reales”, eran producto de la fe que tenían depositado en
Mackandal. Pues el mandinga era un hombre al que se le atribuía conocer los
secretos de la naturaleza, y que había preparado un veneno para acabar con el
hombre blanco. Esto convenció a los esclavos de que Mackandal tenía
poderes sobrenaturales.
Los esclavos creen
firmemente que Mackandal escapó en una última transformación y, que volverá para
liberarlos de la esclavitud en un futuro. Sin embargo, Mackandal muere quemado en
el fuego. El mismo autor nos dice:
Pisaba yo una tierra
donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes
licantrópicos de Mackandal, a punto de que esta fe colectiva produjera un
milagro el día de su ejecución.
El cerebro es el que
nos hace creer determinadas cosas. Por ejemplo, cuando tocamos un objeto,
tenemos la sensación de que lo estamos tocando, sin embargo, nunca lo tocamos.
La razón se debe a que los átomos del objeto y nuestros átomos se repelen, no obstante,
nuestro cerebro nos hace creer que tocamos a las cosas.
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