Cuando pensamos en la esclavitud humana, seguramente
tenemos la idea de que ésta es algo que se superó hace mucho tiempo. Sin
embargo, cuando uno se pone a investigar, se da cuenta de que la esclavitud
sigue tan vigente como hace muchos años. Pues se siguen secuestrando personas para después ponerlas a trabajar, ya
sea como esclavas sexuales, domesticas, en el campo, en maquilas. Hace unos
días se dio a conocer la noticia de que 276 niñas fueron secuestradas en
Nigeria, sus captores aseguraron que no las devolverían y que serían vendidas
como esclavas. Entonces, uno se pregunta: ¿cómo es posible que siga sucediendo
esto?
¿Qué harías si te vendieran como esclavo junto con
otras personas?
Me parece que los primeros días hablaría poco, tanto
por el shock como por el miedo. Después empezaría a medir la situación, que tan
grave es, que probabilidades tengo, que alianzas puedo formar, quien me parece
confiable y quién no. También averiguaría los nombres de las demás personas que
me acompañan, de donde vienen, porque están allí, sus expectativas de la
situación, sus rasgos culturales. Una vez que haya recabado la información
necesaria de mis compañeros y de los amos, empezaría a elaborar un plan, ya sea
para escapar o para derrocar a los tiranos.
Mis compañeros y yo hablaríamos de todo lo que dejamos
atrás, lugares, personas, comida, cultura. Y mientras todos contamos nuestras
historias de vida, es indudable que la dualidad de la vida se haría presente.
Tal vez perderíamos las ganas de seguir adelante, pero muy pronto nos vendrían
a nuestra mente imágenes de personas a las que amamos, un amor que nos espera,
una hija, un bebé, una madre, un padre. Precisamente son estas imágenes que
asociamos con recuerdos, las que nos harían seguir adelante. Ah, la esperanza, capaz de
mover los cuerpos y al mundo.
Cuando dos culturas chocan, ni una ni otra se impone,
por el contrario, las dos se fusionan dando origen a un mestizaje cultural.
En una ocasión me contaron la historia de una niña a
la que protegía su Tona. Se contaba que, debido a que el futuro de la niña se
veía muy difícil, su Tona se le presento en forma de un perro, situación no muy
normal ya que los Tonas solo se les mostraban a los hechiceros y brujos en
forma de animales salvajes. Pero en aquella niña hubo una excepción, ya que
desde pequeña había sufrido mucho. El perro protegía a la niña y la niña
protegía a su Tona. Todos los días, cuando la niña se disponía a ir a cuidar
a los animales o a ir a sembrar y
limpiar el campo, su perro ya la estaba esperando. Se decía que el vínculo que
los unía era muy grande, y que la protección de su Tona era en realidad la
protección de la naturaleza. Los ancianos decían que la naturaleza trataba de
hacernos recordar el vínculo que tenemos todos los seres vivos, y que poco a
poco hemos ido olvidando. La presencia de aquel Tona era un recordatorio de que
la naturaleza aún los seguía protegiendo, y por ello nosotros también debíamos
protegerla.
Las historias sobre personajes fantásticos siguen tan
vigentes porque nos hacen imaginar sobre situaciones, cosas o personajes que
están más allá de nuestro entendimiento. Las personas vivimos en un mundo que
nos limita, no nos sentimos libres del todo. Y cuando leemos o nos cuentan
alguna historia, la imaginación hace que seamos libres por un momento, que
salgamos del cuerpo que nos ayuda a vivir pero que en algunas ocasiones en un
medio de contención que nos limita.
Se dice que para que algo suceda se necesita creer, y
creo que hay cierta razón en lo anterior, pues el cerebro es una maquina
asombrosa que nos permite dar “vida” a casi cualquier cosa. Después de todo, la
realidad no es más que impulsos eléctricos que interpreta nuestro cerebro.
Todos los habitantes “originales” de Haití fueron exterminados
por los franceses, posteriormente los sustituyeron con esclavos africanos. Tras
todos los abusos que cometieron los franceses, los esclavos optaron revelarse y
dar muerte a sus amos opresores. Una gran parte de la población africana murió,
pero una parte resistió, tal y como siguen resistiendo. Haití fue la primera república negra en
liberarse del yugo de la esclavitud, cuestión por la que la elite blanca los
vio con recelo. Los haitianos al igual que nosotros, son producto del
mestizaje. Y, al igual que nosotros, han tenido muy presente la pobreza, la
represión de los gobiernos, el racismo, la muerte, las desapariciones, pero
sobre todo, un estado que actúa en beneficio propio en lugar de actuar por en
beneficio de la población.
Nada teme más el hombre que ser tocado
por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra: le quiere reconocer
o, al menos, poder clasificar. El hombre elude siempre el contacto con lo
extraño. De noche o a oscuras, el terror ante un contacto inesperado puede llegar
a convertirse en pánico. Ni siquiera la ropa ofrece suficiente seguridad: qué
fácil es desgarrarla, qué fácil es penetrar hasta la carne desnuda, tersa e
indefensa del agredido.
ELIAS
CANETTI, Masa y poder.
Los seres humanos le
tenemos miedo a lo desconocido. Nos aterra pensar que no tenemos el control
sobre las cosas, acontecimientos o situaciones, pues, de ser así, nos volvemos
vulnerables, y ¿a quién le gusta sentirse vulnerable?, probablemente a nadie. Es
entonces que, la mercadotecnia se ha encargado de explotar al máximo este
instinto.
Los zombis son
muertos que han sido “despertados de la muerte”, una masa de personas con un
apetito muy grande por la carne, y que no tiene la capacidad de pensar. Los
zombis son personajes anónimos, incapaces de recordar cosas sobre su pasado. Y
que representan el miedo que siente la humanidad, un miedo que nos carcome
lentamente y que tiene que salir de una manera u otra, una catarsis.
Los zombis se han
vuelto tan populares porque son una representación de nuestro temor, de la
descomposición social y afectiva. Los zombis representan aquello que está pero
que a la vez no: nosotros. Las personas muertas que se arrastran o que
deambulan en busca de carne fresca, bien podría ser una representación de los
humanos. Lo que nos hacemos unos a otros, bien podría considerarse un
canibalismo, una búsqueda de carne fresca.
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