Carlos se la pasaba repitiendo el nombre de Mariana como
si al pronunciarlo fuera a acercarla.
Todos los días preguntaba
por ella, sutilmente, con cualquier pretexto, para que su amigo no se extrañase.
Mariana se había convertido en la obsesión de Carlos.
Una
vez, al abrir Jim un clóset, cayó una fotografía de Mariana a los seis meses,
desnuda sobre una piel de tigre. Sentí una gran ternura en pensar en lo que por
obvio nunca se piensa: Mariana también fue niña, también tuvo mi edad, también
sería una mujer como mi madre y después una anciana como mi abuela.
Mariana le pide un beso a
Carlos porque comprende por lo que esta pasando. Sabe lo que se siente estar enamorada.
Tal vez cuando ella fue niña también se enamoro de alguien mayor, o quizá ella
se enamoro de alguien que no la amaba. Y por ello le dice: Te entiendo perfectamente. No sabes hasta qué punto. Ahora tú tienes
que comprenderme y darte cuenta de que eres un niño como mi hijo y yo para ti
soy una anciana: a cabo de cumplir veintiocho años. De modo que ni ahora ni
nunca podrá haber nada entre nosotros. ¿Verdad que me entiendes? No quiero que
sufras. Te esperan tantas cosas malas, pobrecito. Carlos, toma esto como algo
divertido. Algo que cuando crezcas puedas recordar con una sonrisa, no con
resentimiento.
Cuando la familia de Carlos
se entera que fue a ver Mariana, se arma todo un drama. La mamá le dice que va
ha tener que ir a confesarse y a comulgar para que le sea perdonado su pecado. Mientras
que el padre asegura que su hijo no es normal, que en su cerebro hay algo que
no funciona bien, y por esa razón tendrá que llevarlo con un especialista.
Carlos acierta al decir que
todos somos hipócritas, no podemos vernos ni juzgarnos como vemos y juzgamos a
los demás.
Carlos se había dado cuenta
de que su papá tenía otra familia, e incluso no dudo en que la mamá lo supiese.
Entonces ¿por qué lo veían como un pecador o un loco? Simple, porque se tiene
la idea de qué si eres niño no tienes derecho a que te gusten las mujeres. Y si
no aceptas la imposición se arma un gran escandalo y corres el riesgo de ser
llamado pecador o loco, o ambas cosas.
Pero Carlos no estaba
arrepentido ni se sentía culpable. Carlos sabía que querer a alguien no es
pecado, el amor está bien, lo único demoniaco es el odio.
La mamá de Carlos estaba
convencida de pertenecer a la clase alta. Decía que su familia era una de las
mejores de Guadalajara. Llena de hombres honrados y trabajadores. Mujeres
devotas, esposas abnegadas, madres ejemplares. Hijos obedientes y respetuosos. Pero
llegó la revolución y se embolsó sus ranchos. Fue entonces que vino a parar al
Distrito Federal. Lugar infame, Sodoma y Gomorra en espera de la lluvia de
fuego, infierno donde sucedían monstruosidades nunca vistas en Guadalajara.
La mamá de Carlos creció en
un ambiente conservador. Desde niña le enseñaron como debía de comportarse,
cual era la manera correcta de pensar y actuar. Además pertenecía a una familia
de caciques (no sé de donde saca que eran honrados y trabajadores),
acostumbrados a creerse superiores por el dinero que robaban a los campesinos.
La forma de pensar y actuar de
Mariana iba en contra de lo establecido, por ello la mamá de Carlos la
detestaba tanto, ya que ella pertenecía
a la liga de la moral.
En 1940 no era bien visto
que una mujer tuviera un hijo si no estaba casada, o que una mujer se divorciara.
Se tenía la idea de que el papel de la mujer era el hogar, atender al esposo y
su familia.
A las mujeres desde niñas se
les educaba para poner sus necesidades en segundo plano. La familia y el esposo
eran prioridades que toda “buena” mujer debía de cumplir. No importaba si era
infeliz, si era maltratada o si no era reconocida tu labor, la mujer tenía que
aguantar.
Nadie le da información a
Carlos porque el Señor le echó tierra al asunto, y a todos les prohibieron
tocar el tema. Como buen político corrupto, Esteban, movió sus influencias para
silenciar aquel asunto.
Después de 73 años, se sigue
implementando la técnica de silenciar lo que es incomodo para la autoridad en
curso. Si un periodista, un activista o cualquier persona se atreve a
cuestionar y criticar a la autoridad, muy seguramente recibirán amenazas,
calumnias o la muerte.
Comentario
final.
La falsa vida
Alguien te
sigue a veces en silencio.
Las cosas
nunca dichas
Se
transforman en actos.
Atraviesas
la noche en las manos del sueño,
Pero el
otro, implacable,
No te
abandona: lucha
Contra la
irrealidad, la falsa vida
Donde todo
es ocaso.
Frágil
perseguidor que eres tú mismo,
Lo has
obligado a ser, en guardia siempre,
El minucioso
espejo que no olvida.
José Emilio
Pacheco.
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