Egipto es una tierra de fe y espiritualidad, en donde
convergen el islamismo, el judaísmo y el cristianismo. Cómo en muchos países en
donde a la religión se le da mucha importancia, en Egipto también abunda en
fanatismo y la intolerancia. Egipto está rodeado por un paisaje desértico, aunque
también abundan pequeños valles que son alimentados por el rio más importante
de aquel país, estoy hablando del rio Nilo.
Egipto es un país de contrastes, como muchos otros,
que trata de derribar viejas barreras que le han sido impuestas y, que le impide
obtener un óptimo desarrollo. En muchos países han alzado la voz para exigir
una sociedad más justa e incluyente, y, Egipto no es la excepción, pues en el
país existe una gran desigualdad que impide un desarrollo equitativo para toda
la población.
La realidad a la que se enfrenan los egipcios no es
muy diferente a la que se enfrentan los mexicanos, pues tanto Egipto como
México se vive el día a día con limitaciones, se practica una ferviente
religiosidad, además de compartir algunos ingredientes y palabras.
Los países tercermundistas suelen compartir varias
características, entre ellas podemos encontrar que la mayoría de estos
países tienen una base agraria, son
exportadores de materias primas, son países manufactureros, sus opiniones son
secundarias, existe una brecha muy grande entre sus habitantes, existe muy poca
o nula democracia, sus recursos naturales son explotados por otros países,
desestabilización social y política por otros países, (Estados Unidos,
Inglaterra, Francia, Alemania, etc.)
México es un país en vías de desarrollo o
tercermundista, porque cuando uno revisa y analiza los niveles bajos en la calidad de vida de sus habitantes, el ingreso per
cápita, los niveles de educación, el empleo, la salud, se da cuenta que son mínimos.
Se habla de que México es un país industrializado y que sus habitantes están o
han empezado a crecer en su desarrollo, pero si uno es más inquisitivo, descubrirá
que México es un país pobre y con muy poco desarrollo, y que es controlado por una veintena de familias
que han sabido saquear los recursos.
De pequeño se me trato de insertar la religión católica. Recuerdo que todos
los domingos iba o me llevaban a misa,
con la primicia de que si no me confesaba, ardería en el infierno. Más tarde
empecé a cuestionar todo, lo que me valió enfrentamientos con familiares y
amigos, que me catalogaron como hombre de poca fe. Actualmente no practico
ninguna religión, es más las detesto, porque considero que más que ayudar a
crear vínculos entre los humanos, los separan y fanatizan, yo respeto a las personas pero no a sus ideas.
Me parece que la religión es sinónimo de negocio, esto lo podemos observar
en la iglesia mexicana y demás charlatanes, que sólo han sabido aprovecharse de
la ignorancia de las masas. La gente tiende
a pensar que rezando el mundo va a mejorar o que un hijo va componer su camino, o que el país va a tomar
otro rumbo, pero no es así, pues para que las cosas cambien hay que actuar.
Creo que en algunos casos el matrimonio sirve para obtener algunos
beneficios ante la ley, pero más allá de eso, no creo que sirva de mucho. Considero
que los motivos por los cuales se casan las personas, varían de acuerdo a la
subjetividad de las personas y la cultura de cada país.
Los seres humanos buscamos respuesta a todo lo que nos sucede, algunas
veces estas respuestas tienen un contexto filosófico, en otras ocasiones científico
y en otras mágico. Dependiendo que tipo de respuesta sea la más convincente
para nosotros, nuestro modo de percibir e interpretar la realidad, moldeara
nuestra interacción con el entorno. Es entonces, que si creemos que la “envidia”
o “el mal de ojo” nos dañara, nuestro cerebro nos hará creer que tal cosa puede
suceder, creando una serie de temores y supersticiones sin sustento alguno.
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