Considero
que, en determinados casos, sin duda que gatos y perros no pueden convivir o la
hacen de manera tensa. No obstante, en otras ocasiones y circunstancias y
variables, creo que dicha convivencia se puede dar de forma “saludable”, por lo
menos es lo que he visto y leído.
La
relación de los amigos, Satoru y Sugi, se ve reflejada por sus mascotas,
principalmente por el perro, Toramaru, al estar éste irritado, hostil, ladraba
furiosamente, los miraba retadoramente, les mostraba los dientes. El perro
trataba de respaldar lo que su amo sentía. Aunque dicho amo no dijera nada abiertamente,
lo actuaba, lo transmitía.
Tanto
Sugi como Kosuke sienten cierta envidia por Miyawaki, ya que éste era asertivo,
fue amado por sus padres mientras vivieron, era alegre, tenía muchos amigos, se
integraba bien en los grupos, no se asumía como víctima a pesar de lo que le
sucedió, mostraba seguridad.
Lo que
le sucede a Sugi en aquellos razonamientos, como a muchos de nosotros, es que
está siendo muy duro con él, un juez severo. En ocasiones uno ve las cosas,
situaciones, de forma amplificada, cuando no lo son tanto.
Ahora,
sin duda que Sugi muestra cierta mezquindad, chantaje emocional, cuando ve lo
que empieza a surgir entre Chikako y Satoru e interviene para que las cosas
tomen otro rumbo.
Satoru
le confiesa a Chikako que le gustaba (sin darle importancia), en el fondo, para
hacerle comprender a Sugi, aclarar las cosas antes de partir, romper la
tensión, que ella tomó una decisión varios años atrás, que ella lo eligió, que
aquello es tiempo pasado, que de una vez por todas se deje de chaquetas
mentales.
En la
interacción de Nana con otros gatos hay cierto entendimiento, comprensión de
los limites, son reservados, hablan poco, suelen tener criterio (como cuando
comparten su alimento en invierno).
En el
texto los perros están representados como seres que hablan con soltura, con
facilidad, chismosos, preguntones, un poco pesados, poco avispados, faltos de
criterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario