domingo, 19 de abril de 2020

El caso Morel




Vilela desconecta el proyector. Enciende la luz de la sala. Se levanta. Abre una gaveta de la mesa. Coge un revólver. Dos caballitos plateados grabados en la empuñadura y otro sobre el acero, con un trazo fino, casi invisible, a la izquierda de la culata. 38 especial CTG Cobra. En la mira, vestigios de herrumbre. Las estrías del cañón están bien. Recuerdos entremezclados: el suelo de tierra apisonada… olor de hierba… sudor… un rostro espantado que huye. Vilela aprieta en la mano el objeto negro y duro, sus dedos buscan una posición fácil, cierta y mortífera, estira el brazo y durante unos segundos mira un blanco al frente. Mi brazo es todo esto, hueso músculo sangre máquina oscura pieza única. Mi brazo acromegálico… No es tan bueno como tu mano protonotaria…
En el coche, pone un casete de Mozart. Soy varias personas, nadie es solo uno, pero pocos afrontan esa realidad, se permiten ser una corporación de muchos. Estamos todos en el coche, uno escucha música, otro carga un revólver con balas de doble carga. También hay un tercero que siente pena por sí mismo. Todos, yo y yo… Y todavía este otro, que no es el último, mira un rostro gastado en el espejo del coche…
(Fonseca, R (2012). El caso Morel.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario