sábado, 9 de febrero de 2019

Primera sesión de En defensa de la envidia



Vale la pena decir que existe un abanico muy grande de palabras que se pueden emplear para definir a los “críticos”, para los que no piensan como nosotros, para el que tiene una visión diferente, por ejemplo, envidioso, revoltoso, chairo, estúpido, haters, pendejo, infantil, etc., como lo hizo la hija del ex presidente. Lo que se busca al emplear una o varias de las anteriores palabras dentro de un discurso, un escrito, mal intencionado, es tratar de anular, que pierda fuerza lo dicho por el otro, de cargarle una connotación negativa.

Cuando las personas nos sentimos atacadas (hasta las “grandes mentes”), muchas veces, actuamos de manera visceral al sentir una gran cantidad de emociones que nos saturan el cerebro (somos más emocionales que racionales), haciendo que utilicemos palabras que no vienen al caso, con tal de dañar, de responder, de salir “victorioso” ante el discurso del otro. En tal caso podríamos llamar a alguien envidioso sin que éste realmente lo sea.

Hay que hacer notar que para saber si en un escrito, dicho, actitud, hay envidia de por medio, es necesario, primero, saber el contexto en que se da, segundo, la forma de ser de la persona, tercero, el cómo se dice o se escribe, cuarto, analizar de forma objetiva los diferentes datos que hay detrás. Además, por cierto, dejar de lado el sospechosismo de que siempre hay algo más.

Sin duda que es posible tener una postura diferente a la de las masas sin ser echado en el costal de los envidiosos, u otra categoría, siempre y cuando te encuentres con personas que sean capaces de ver y entender que una serie de observaciones, reflexiones, puntos de vista, no equivale a un ataque ponzoñoso.

Nuestro país, México, ha ido cambiando poco a poco, más lento de lo que uno quisiera, a lo largo de los años. En su paisaje cotidiano, al dejar de lado los baldíos y zonas con vegetación, y pasar a la saturada mole gris con más y más construcciones surgiendo aquí y allá. En el andar, al pasar de caminos de terracería y adoquines y unos cuantos autos, a los caminos asfaltados con baches, millones de autos, muchos de ellos, que contribuyen a un tráfico desquiciante, transporte público deficiente y lleno de robos, transportes alternativos. En su forma de pensar, al ir abriéndose, a paso de tortuga, más y más. En el acceso a la información y el entretenimiento, al pasar de monopolios de la radio y la televisión, a un espectro más ancho; que sería de mi vida sin el acervo de Lectulandia. En la comunicación, al pasar de medios como el telégrafo, el correo, teléfono, fax, a los teléfonos inteligentes. Etc.

Con respecto a que si escritores, pintores, publico, de épocas pasadas, contrastándolos con los actuales, han cambiado, diría que sí, bueno, en algunos aspectos (parabién y mal) como el lenguaje, la forma de expresar sus ideas, la forma en que plasman sus expresiones, incluso, me atrevo a decir, la forma de pensar.





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