martes, 26 de junio de 2018

Segunda sesión de Las brujas de Salem



Por lo que se refiere a cómo actúa Parris, tengo la impresión de que lo que más le preocupa es que la gente se entere que en su casa hay  brujería. Hay que destacar que es entendible, ya que lo anterior se prestaría para que los añejos odios entre vecinos, enemigos, cobren venganza. Las acusaciones, los rumores, arruinarían al reverendo.
Ahora bien, si estuviera en aquella época con aquel contexto, sin duda que me importaría más lo segundo, ya que derivado de ello se puede cernir sobre uno el halo de la desgracia, del oscurantismo, de la superstición, de la muerte.

La razón por la que Abigail y Proctor hablan de su relación sin tapujos, en definitiva, se debe a que no intuyen, visualizan, creen, que sus acciones puedan generar consecuencias negativas. Ambos personajes no son capaces de imaginar el tamaño de los acontecimientos.

Considerando varios de los diálogos de Proctor, de hecho, se podría sacar la conclusión de que, primero, es una persona un tanto analítica y escéptica, segundo, poco creyente y crítico de la religión, tercero, entiende que muchas de las cosas se pueden explicar lógicamente. De modo que, en el fondo, dudo que crea en la brujería.

En pocas palabras lo que anhela la señora Putman, por cierto, es averiguar mediante los ritos de Tituba  quien es la bruja asesina de sus ocho hijos. Situaciones desesperadas, acciones desesperadas.

Teniendo en cuenta que Giles es un viejo de 80 años, la memoria ya le falla (no recordó porque no podía decir las oraciones), no le importa lo que la gente hable, carece de concentración (si algo lo distrae pierde el hilo de sus rezos), hasta entrado en la adultez prestó un poco de atención a la iglesia (desconoce varias cosas), es algo inocente, diría que él no deseó acusar a su esposa de brujería sólo fue un mal entendido.

Según mi análisis, considero que las chicas se reunieron para beber, pedir, y experimentar otra cosmovisión diferente a la que les impusieron sus familiares, la sociedad. Sin embargo para muchas personas de aquellos años marcados por el oscurantismo, de hecho, todos los ritos que no fueran practicados en o por la iglesia eran considerados actos de brujería, del demonio.

Tituba intuye hacia donde se dirigen los acontecimientos, sabe que la única forma de salvar el pellejo es confesar a modo, arrepentirse y señalar a mujeres que, quizá, vio mientras estaba en trance o sólo las menciono para librarse. Hay que tener en cuenta que cuando la supervivencia se encuentra en juego, el motor que nos impulsa, las personas somos capaces de señalar a alguien más con tal de sobrevivir.

Con respecto al miedo que supura Mary, a propósito, tengo dos suposiciones; primera, que Abigail realmente tiene poderes que escapan al entendimiento, a la racionalidad, por ende, generen tal miedo en su amiga de bailes;  segunda, que Mary sepa que su “amiga” es capaz de todo con tal de cumplir lo que se propone, por ejemplo, cumplir su amenaza y asesinarla.  

Las palabras de Proctor se refieren al hecho de que, por cierto, muchas personas hablan y se comportan de manera artificial, mentirosa, con mascaras en el día a día, no obstante, en determinadas circunstancias dejan ver lo qué en realidad son, su estado más puro, más autentico, lleno de rencor, de odio, de racismo, de venganza, de clasismo. En ciertas circunstancias las personas muestran su lado oscuro, su lado más vil.



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