El discernimiento utilizado para meter
dentro de la historia a un embajador –culto según la época- y a un cocinero,
según el síndrome de Zuckerman que padezco, el cual se caracteriza por atribuir
elementos de la vida del autor a la historia, tiene que ver con que, por un
lado, los cocineros son sumamente admirados por el narrador ya que es un fanático
de la gastronomía, por el otro, necesitaba aun personaje influyente y con
cierta cultura y avispado que se moviera
con libertad y con contactos dentro del entorno en donde corren los rumores.
Los dos detectives han llegado a la
conclusión, debido a las habladurías que han logrado escuchar, y no de hechos
concretos, de que cuatro sospechosos son en potencia el asesino serial, sin
embargo, creo que, casi siempre, hay alguien que escapa al radar, alguien que
no es evidente. Por ejemplo, primero, me llama la atención que el asesino se
comporte con cierta culpa, compasión por su victima, casi casi como si se
disculpara, dos, las victimas muestran señales de estar en un trance, en un
encantamiento, seducidos, tres, los muertos conocían y confiaban en su asesino,
cuatro, las escenas montadas con los cuerpos están diseñadas para atraer la
atención y decir: “estoy limpiando el camino para perpetrarme en el poder”. Si
El Moro quisiese eliminar amenazas, por cierto, lo haría de manera menos obvia.
Considero que la escena de los
esclavos y las prostitutas, en el fondo, es espantosa y desgraciada, ya que se
da en un ambiente en decadencia, desigualdad de condiciones, de explotación y
privaciones. A los esclavos apenas y se les alimentaba, por lo que estaban en
los huesos, se les azotaba por cualquier cosa, si se enfermaban, muerte, si se
equivocaban, muerte, si se revelaban, muerte, vivían encadenados entre mierda y
piojos y orines y vómitos y olores desagradables, basta decir que no les
pagaban, extrañaban a sus familias y sus lugares de origen; ni que decir de las
prostitutas que, a diferencia de Melita, ya estaban en el ocaso de sus vidas,
proporcionando una visión grotesca.
Maese Stefano charla con sus
camaradas de distintos temas, vale la pena decir, en un lugar en el que se siente seguro, en la
cocina-sótano. Desde allí puede tener controlado todo a su alrededor, desde
flancos hasta el personal, porque lo conoce de sobra, gobierna sobre aquel
lugar.
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