viernes, 10 de febrero de 2017

Primera sesión de La muerte de Iván Ilich



La inteligencia que poseemos como especie nos ha permitido moldear nuestro entorno y desarrollar diferentes actividades en beneficio nuestro, no obstante también tiene consecuencias. Una de ellas es que la rutina llevada al extremo nos harta, tarde o temprano, ya que necesitamos ampliar nuestros horizontes, explorar. Necesitamos movernos física e intelectualmente. Así como comemos para nutrir a nuestro cuerpo, por cierto, necesitamos de experiencias, ideas, para nutrir nuestro  ser/inteligencia. Así pues, aunque llevemos una vida regular, cómoda, agradable, llegará el día en el que todo aquel mundo-burbuja se romperá y despertaremos en la insatisfacción, en el tedio, y necesitaremos cambiar.
Pero, no todo depende del individuo para alcanzar una vida buena y agradable pues existen factores externos que son importantes para alcanzar dicho objetivo. Por ejemplo, si vives en un país en el que a diario hay ejecutados, desapariciones, impunidad, injusticia, crimen, etc., sin lugar a dudas, esto influirá en tu calidad de vida. O, al menos que tengas el síndrome del avestruz, es decir, que ante la problemática social decidas no ver y aislarte.

Tengo una teoría con respecto a la atribución de características positivas y negativas a determinada población. Considero que si en determinada población algunos individuos se comportan “negativamente”, a propósito, es casi seguro que se les atribuirán esos mismos comportamientos a los demás miembros del grupo, arbitrariamente. Por lo contrario, cuando una persona se comporta “positivamente”, las características positivas se individualizan, es decir, no se aplican a los demás miembros del grupo. De ahí, precisamente, comienzan a surgir los estereotipos.
Ahora bien, los estereotipos como construcciones fragmentadas y estáticas no permiten ver cómo son realmente las personas, ya que meten a todos en un molde inmaleable. Así, la imagen del burócrata flojo con un trabajo aburrido es un tanto imprecisa, incierta, pues, muy seguramente, debe de haber individuos que rompan el molde.

Puedo decir que soy un hombre que se rige-o que trata- por la ética, por ciertas ideas, pensamientos, filosofías,  y que, por consiguiente, desprecia el nepotismo. El nepotismo debe se mal visto porque “pone” en sitios a personas que no deberían estar allí, que sólo han logrado posicionarse porque su esposo es el director, porque su mamá es la regidora, porque su familia tiene influencias, más que por tener potencial. ¿Cuántas veces hemos visto a personas que ni tienen idea de lo que hacen, que no están capacitadas?

La felicidad debe ser responsabilidad de uno mismo porque, imagínense, si apenas y podemos cargar con nuestra infelicidad, que te carguen la dicha de otra persona es, por cierto, casi imposible. Lo que puede ayudar, de hecho, es tener a una mujer que sea un complemento, una compañera de vida, alguien con quien compartir cosas en común y experiencias.




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