lunes, 31 de octubre de 2016

Segunda sesión de Sir Gawain y el Caballero Verde



La importancia de que las naciones tengan un mito fundacional tiene que ver, primero, que las personas necesitan saber que comparten un origen en común que los unifica (el cual se encuentra en el inconsciente colectivo de cada sociedad); segundo, que comparten un nuevo comienzo en un mundo de diferentes naciones; es decir, una idea -mito- semilla a la cual se le val agregando/quitando otras ideas, lo que dará paso a la creación de la cultura/identidad propia de cada nación; tercero, los humanos necesitan saber cual es el origen de las cosas, los acontecimientos, el suyo, y cuando no lo saben, a todo esto, crean mitos. La ficción es una parte fundamental de la realidad. De ahí que nuestro país tenga su propio mito fundacional que habla de una peregrinación que emprendieron los aztecas, salidos de Aztlán, y que llegaron al lugar donde el águila, posada en un nopal, devoraba a la serpiente. En aquel lugar nació México. 

Considero que el autor comenzó a narrar la historia desde la fundación de Bretaña, pues de esta manera ponía en contexto el origen del rey Arturo y de los caballeros. Además de que nos mostraba el árbol genealógico de los personajes, ligándolos a la aristocracia. 

Hay dos razones por las cuales Gawain se ofrece a tomar el reto en lugar del rey, primera, se considera el más débil, el menos asistido en sabiduría, su vida sería la menos lamentada, su único honor es tener por tío al rey Arturo; segunda, sabe que el duelo es una empresa descabellada, por ello prefiere “sacrificarse” por el bien de su rey y el de sus camaradas. Otras especies suelen hacer lo mismo, es decir, un individuo antepone su vida para salvar a los demás del grupo, como las hormigas, los flamingos, etc. Esto nos dice que Gawain es un hombre de honor, valiente, que enfrenta su destino, que está dispuesto a morir si es necesario. 

Pues bien, creo que Arturo sabe desempeñar su papel como rey, como guerrero, pero le faltan pulir ciertos detalles como líder. Por ejemplo, creo que un buen líder se preocupa por la integridad de su caballeros, sabe cuando aceptar un duelo, ayuda a encontrar soluciones a un determinado problema, no deja morir solo a un camarada, se preocupa por sus amigos. Tengo la sensación de que dejaron un tanto solo a Gawain, y que pudieron ayudarlo con consejos, información, para de este modo equilibrar la balanza. 

Gawain acepta el juego del señor del castillo por a) la información que posee éste del Caballero Verde, b) por agradecimiento, c) por promesa. 

Debido al destino que le esperaba, el golpe que le destruiría, nuestro caballero sentía poca atracción hacia el amor. Pues cuando la idea de la muerte te acecha en la mente, en el fondo, es muy difícil enfocarse en otra cosa. Además, por cierto, es sabido que los guerreros enamorados son los más cobardes en una batalla, pues ansían volver a ver a su amada. Así, Gawain quería enfocarse en su empresa. 
  
  

sábado, 15 de octubre de 2016

Primera sesión de Sir Gawain y el Caballero Verde



Pues bien, lo que muchas personas sabemos acerca del Rey Arturo y sus caballeros, básicamente, son generalidades que hemos adquirido al ver una película, un documental, algún escrito: que también se le conocía como Arturo de Bretaña, que era un arquetipo de personaje, figura en donde se mezcla verdad y ficción, por cierto, dando origen al mito. Por su parte, a los caballeros se les suelen atribuir características positivas, dignas.  

Ernst Robert Curtius explica que: 

El héroe es el tipo de humano ideal que desde el centro de su ser se proyecta hacia lo noble y hacia la realización de lo noble, esto es, hacia valores vitales “puros”, no técnicos, y cuya virtud fundamental es la nobleza del cuerpo y del alma. Esto determina la nobleza de su carácter. 

Ahora, digamos que lo anterior fue la máxima más importante para un caballero medieval, lo que lo definía, en cierta medida, bueno, pues creo que esa definición sigue aún vigente para muchos "caballeros" de esta época. Quizá algunas cosas hayan cambiado, pero la esencia se ha mantenido hasta la actualidad. 

La especie humana cuando presencia algo que no alcanza a comprender o que la sorprende de sobremanera, suele crear seres o sucesos que llenen esos huecos, pues, por una parte, nuestro cerebro nos pide una respuesta -aunque sea fantasiosa, muchas veces-, mientras que por el otro, nos sentimos incómodos con la ignorancia. Por ello, todas las culturas tiene seres mágicos. Por ejemplo, nuestro país tiene al Nahual, Ahuizotl, Llorona, Chaneque, Aluxes, entre otros. Asimismo, debo decir que me gustaría presenciar algo sobrenatural, ver uno de estos seres, pero hasta el momento no he visto a ninguno. 

Quizá la clave para entender por qué podemos leer la traducción de un texto de hace 600 años, y aún así entenderlo e identificarnos con él, por cierto, se deba, primero, a que nuestro cerebro no distingue entre ficción y realidad, segundo, a las llamadas neuronas espejo que posee el mismo; pues de acuerdo a recientes descubrimientos, a propósito, éstas nos permiten proyectarnos en el otro, tratar de comprenderlo. Después de todo, en el fondo, compartimos lo que nos hace humanos, el cerebro. 
  

miércoles, 12 de octubre de 2016

La muerte



Recordaba ahora Soledad aquella historia que le contaron años atrás de un niño de Perú que tenía una boa como mascota. El chico había incubado el huevo él mismo, había visto salir a la serpiente de entre las cáscaras y le tenía un comprensible aprecio. El joven reptil dormía con el niño en la cama, aprovechando su calor. Pero, curiosamente, todas las noches, antes de enroscarse, la boa se estiraba todo lo larga que era y permanecía muy quieta y muy gida durante unos segundos junto al pequeño. Nadie sabía por qué hacía eso, hasta que un día acertó pasar por allí un zoólogo: <<La boa te está midiendo –le dijo al niño-. Cuando sea más grande que tú, te comerá>>. Así era la muerte, pensaba Soledad. Se enrosca en la cama junto a nosotros, pero cada noche nos medía para ver cuando podía tragarnos. Quizá fuera por eso por lo que a ella le costaba tanto dormir. (La carne, Rosa Montero).