sábado, 28 de mayo de 2016

Tercera sesión de Pantaleón y las visitadoras



El sistema en el que vivimos ha creado todo un molde de lo que es y cómo se debe comportar un “hombre”. Cuando una persona no adopta dicho molde, enseguida despierta la suspicacia de sus similares, quienes empiezan a cuestionar su hombría, su virilidad, generando, además, que a la persona en cuestión se moleste y humille.

También, a propósito, cuando una persona pertenece a un grupo, necesariamente, se tiene que sumergir dentro de la dinámica de éste, ya que si no lo hace, el grupo lo excluirá y lo atacara, en mayor o menor medida, como en el caso del capitán Rojas. 

Dentro de la historia que estamos leyendo se puede “ver” que el escritor se burla y critica varios aspectos de la sociedad peruana (se puede aplicar a otras sociedades), por ejemplo, la doble moral de las fuerzas armadas y de la sociedad, lo conservador del pensamiento, la obsesión de algunos personajes, la falta de ética, los estereotipos y prejuicios,  el lastre llamado ignorancia, entre otros, desde luego. Pues bien, no podía dejar de lado al fanatismo religioso, el cual está presente en muchas sociedades y se alimenta de la pobreza tanto intelectual como económica para prosperar cual enfermedad amazónica. El fanatismo es muy peligroso porque vuelve a las personas manipulables, les quita la capacidad de razonar, crea mundos idílicos que sólo pueden existir en la imaginación. A propósito, en Iquitos, Perú, en la orilla del rio Amazonas, verdaderamente, se encuentra establecida una secta religiosa llamada la Asociación Evangélica Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal, por si ocupan.

En el texto ocurre una fuga entre Maclovia (visitadora) y Teófilo (miembro del ejército, acontecimiento que generaría consecuencias para los dos, para la primera, es inmediatamente despedida del grupo de las visitadoras pues una mujer casada no debe de tener esos comportamientos, se debe dedicar al cuidado del hogar y de los hijos, debe de cuidar las apariencias, debe de comportarse moralmente, debe de corregir el rumbo del pecado, para el segundo, el desobedecer ordenes en el ejército es sinónimo de castigo, el cual puede ir desde un correctivo hasta prisión militar como le ocurre.
 
El Sinchi es un personaje-locutor que se sabe adaptar a las corrientes caudalosas de las situaciones. Si alguien no está de acuerdo con él, primero, recibe una advertencia, entiéndase, le pide plata, y si no le da importancia la persona en cuestión, es casi seguro, la atacara con argumentos, muchas veces, difamatorios, y utilizando un discurso que apele a las emociones de sus escuchas. A este personaje no le interesa saber si una situación está bien o no, lo que realmente le importa es sacar algún beneficio, porque, como él dice: “de aire no se vive”.

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