“A veces actuamos, vamos de un sitio a otro, hacemos esto o aquello y todo resulta fácil, ingrávido, incluso gratuito. Todo podría ser distinto, naturalmente. En otras ocasiones, sin embargo, nada podría ser diferente de como es, nada gratuito ni fácil; cada uno de nuestros gestos está ya determinado, marcado por el destino.Los actos de nuestra vida considerados buenos y sobre los que nos gusta hablar pertenecen al primer tipo, al <<fácil>>; los olvidamos con rapidez. Los otros, de los que raramente hablamos, no los olvidamos nunca, nos pertenecen más y su sombra cubre todos los días de nuestra vida”. (Hermann Hesse)
A medida que vamos
creciendo, las personas vamos guardando experiencias de vida, tanto buenas como
malas, y estas, en cierta manera, van influir en nuestro modo de percibir
nuestro mundo y relacionarnos con los demás. Por ello, no es de extrañar que
algunos adultos se comporten y hablen de cierta manera, ya que traen todo un bagaje
emocional y social, del cual no quieren hablar, porque no les gusta sentirse
vulnerables. Se los puede observar por las calles, vestidos con una coraza
impenetrable. Rara vez se toman el tiempo de reírse de ellos y de las cosas.
Sienten que son las únicas personas que se toman enserio la vida, entiéndase,
cosas serias. Para ellos, el trabajo es lo que los define, entonces, la vida
contemplativa es un desperdicio. Sin embargo, cuando su vida se acerca al ocaso
inevitable, se arrepienten de no haber disfrutado de las cosas maravillosas que
tiene la misma.
En el libro, cada vez que el
piloto se encontraba con otro adulto que le parecía interesante, enseguida le
mostraba su dibujo de la boa, con la ilusión de que descubrieran algo más. Los
adultos siempre veían un sombrero, porque la racionalidad de su cerebro así se
los decía. Sin embargo, creo que también se debe a que, con el paso de los años
perdemos de vista, un poco, las diferentes formas en que podríamos percibir las
cosas, nuestra existencia, aquello que nos rodea. Por ejemplo, las estrellas;
muchas de ellas son fantasmas que surcan los cielos, nos iluminan las noches.
¿Cuántas de ellas ya no existen en realidad? No obstante, su luz nos sigue
llegando. Pasa algo similar con los libros, pues, aunque los escritores ya no
estén vivos, sus historias nos siguen iluminando. Esto me parece maravilloso,
sin embargo, cuando se lo he planteado a algunas personas, les parece algo sin
importancia. Y tal vez lo sea para ellas, pero para mí no. Pues hay dos maneras
de ver la vida, una es de forma simple y, la otra de forma poética.
Mis mejores maestros han
sido los errores. De ellos he aprendido un gran número de lecciones, algunas
fueron fáciles, algunas muy duras. No siempre aprendí a la primera. No siempre
pude salir ileso. No soy el único que siente esto. Si me pudieran ver por
dentro, verían mis cicatrices. Sin embargo, no por ello me la paso flagelándome
y auto-compadeciéndome. Pues entendí que todo pasa. Y que la vida tiene su
dosis de acidez.
Los seres humanos somos
seres sociales, que necesitamos sentirnos parte de un grupo. Además de que todos
necesitamos sentirnos amados, por muy solitarios que pudiéramos ser. Pues el
amor es un sentimiento que merecer ser experimentado, claro que dejando atrás todas
las falacias que se han construido a su alrededor. Por ello, creo, el autor sí tenía
amigos.
En primer lugar, el Principito
está enamorado de la flor. En segundo lugar, considera que las flores son débiles,
ingenuas y se defienden como pueden. Ah, y que son contradictorias. De ahí,
entonces, que tratara de complacerla.
El principito prestaba mucha
atención a las palabras de la rosa y, poca a sus acciones. Por tanto, no se dio
cuenta de que la rosa también lo amaba, pero no podía expresárselo abiertamente
porque era muy orgullosa. Lo que no se dice, se actúa.
El planeta que más me gustó
fue el del geógrafo. Pues considero que la sabiduría no se alcanza leyendo
solamente libros o, con las experiencias que uno vive, sino que son una
conjugación de ambas.
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