Todos los seres humanos buscamos cubrir todas nuestras
necesidades básicas, las propias y las de nuestra familia. Una vez cubiertas,
buscamos el reconocimiento de la sociedad, placeres, el poder, incidir en las
decisiones importantes, trascender, ser especiales entre un cumulo de personas.
Y, sin dunda, el dinero es un factor que puede ayudar a este propósito.
El dinero puede ser considerado “bueno” o “malo”
dependiendo de la subjetividad de cada persona. Por ejemplo, para muchas
personas de estratos sociales bajos, el no tener el dinero suficiente para
cubrir las necesidades básicas, les hace pensar que éste tiene una connotación
negativa. Mientras que para una persona que tiene la solvencia económica, como
para no preocuparse por el “día a día”, el dinero tiene una connotación
positiva.
Es una realidad que el dinero es un factor importante
para cubrir las necesidades básicas de todos los seres humanos, pero ¿qué pasa en
México? De acuerdo con el Banco mundial, 53% de la población mexicana vive en
pobreza, y 19% en pobreza extrema. No sólo la pobreza ha crecido en México,
también ha aumentado en un 7% el número de millonarios en nuestro país, lo que
ha propiciado que se crezca la brecha entre ricos y pobres.
En el año de 1994, cuando se firmó el TLCAN, se nos
dijo que había llegado la oportunidad de entrar al “primer mundo”. Sin embargo,
en los veinte años que lleva dicho tratado, no ha reducido la pobreza, más bien
ha contribuido a elevar el número de millonarios y la inequidad.
Se tiene la idea de que una persona que se hace rica
de la noche a la mañana, va a despilfarrar todo su dinero en cosas banales,
mientras que una que ha sido toda su vida no. El que una persona gaste o no en sus complejos, placeres o cosas, no se debe
a que haya tenido dinero toda su vida o no. Se debe a la educación que haya
recibido, a sus conocimientos, a sus experiencias o a sus vacios.
Muchas veces me he preguntado por qué el mundo va tan
mal (tal vez es sólo mi percepción), así que en ocasiones me pongo a investigar
los contenidos más populares de la televisión, radio, internet, revistas, etcétera,
todo ello con el fin de obtener alguna pista. Lo que he encontrado es que una
gran parte de los contenidos son vacíos
o superficiales, y que no incitan a tener una mente critica. Por el contrario,
contribuyen a no pensar, es como si antes de oír, ver o leer, hubiera un
anuncio que te dijera: “por favor apague su cerebro”. Y, si a esto le sumamos
que muchas personas se refugian de la realidad, ya que en ocasiones puede ser
atroz, despiadada o hasta cruel (salario mínimo, entre otras cosas), tenemos el
caldo de cultivo perfecto para hacer que las publicaciones y programas de
personas con grandes fortunas crezcan y crezcan. Pues éstas permiten fantasear
a las personas comunes, sobre la idea de qué tal vez un
día dejaran de laborar por 67.29 pesos, mientras que el presidente de la
Comisión Nacional de los Salarios Mínimos gana 2 millones 798 mil 600 pesos
anuales.
Me parece que cada persona tiene una edad o un evento
que marca “el comienzo de la vida”, y por ello no podemos decir que exista un
comienzo que se pueda aplicar a todas las personas. Más que un inicio universal,
existe un comienzo subjetivo.
El día de muertos reúne una serie de elementos que lo
hacen especial para mí, el olor del pan, el color vivo de la flor, los aromas
exquisitos de los platillos, la luz destellante de las veladoras, y por
supuesto, los recuerdos que afloran sobre mis seres queridos. Todos los
elementos antes mencionados, se funden y me transportan a un lugar lleno de
historias. Cada vez que participo en éste ritual, lo hago como una muestra de
respeto hacia mis ancestros, ya que sin ellos no estaría
escribiendo estas palabras.
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