domingo, 20 de enero de 2019

Primera sesión de Edward el Conquistador



Con respecto a que si he leído algún libro o visto algunas de las películas basadas en las historias de Roald Dahl, la segunda opción, en particular, Matilda y Las brujas, las cuales llegué a ver con mi hermano por el canal 5 hace unos buenos años. Por aquellos años, haciendo carburar a mi cerebro, recuerdo, vagamente, que me parecieron buenas, además de que uno se sentía identificado con los personajes de dichos filmes porque eran niños.

Vale la pena decir que desconocía a la mente detrás de dichas historias-¿demostración de ignorancia?-. Ahora bien, de algunos años para acá que me he percatado, mi radar se agudizo,  que una buena cantidad de series y películas, largometrajes, etc., se basan en libros. Por ello, sobra decir, ahora si algo que vi me gusto y quiero saber más detalles, busco el libro.

El hecho de que una historia este acompañada por actos de magia, por cierto, no implica que ésta sea exclusivamente para niñas, textos laxos,  pues hay una buen cantidad de literatura que utiliza el mencionado recurso y es contenido para “adultos”, contenido, si se quiere ver de esta manera, bien estructurado, con ideas profundas.

Hay escritores que escriben para jóvenes, para niños y adultos, cabe resaltar, sin ningún problema. Lo que buscan es que sus escritos lleguen a más personas, abarcar un espectro más amplio, sembrar la semilla de la lectura. Creo que el problema surge con las mentes que son muy rígidas, que desdeñan ciertos géneros o que estandarizan a la literatura.

La principal diferencia entre los libros dirigidos hacia niños y los de adulto, según mi sesgo, es que los primeros se valen ilustraciones, muchas de ellas preciosas, y de un lenguaje, por llamarlo de alguna manera, más ligero y descafeinado (no por ello dejan de ser buenas), mientras que algunos textos del público adulto, verdaderas joyas literarias, manejan ideas abstractas, salvajes, obscuras, violentas, brutales, provocadoras. Ya me imagino la que se armaría, padres, madres, partes de la sociedad, si se le diera a leer a los niños algunos cuentos que retratan lo obscuro de la humanidad, todos pegarían el grito al cielo.

Uno de los temas que más ha inquietado a los humanos durante varios siglos, los mantiene en vela, los hace imaginar, los hace divagar, crear historias, crear destinos, es la muerte. Los humanos podemos escribir sobre la vida y sus cuestiones porque la conocemos, pero sobre el “ocaso” solamente podemos especular. Será que cuando nos llega el fin nos elevamos o descendemos según hemos obrado, será que trasmutamos en algún animal, será que nuestra alma se desprende y comienza a viajar, será que volvemos a comenzar y terminar (siempre jurando recordar y enmendar nuestros errores, pero siempre olvidando y repitiéndolos), de hecho, en un loop interminable –me parece aterrador-, será que todo simple y llanamente se acaba. Ojala y estuviese equivocado y hubiese algo más allá, algo que soy incapaz de ver y de comprender, pero creo que cuando llega nuestro fin, en el fondo, solo hay vacío y la nada.   

Creo que todos en algún momento de nuestra vida nos hemos visto obligados a confrontar nuestra opinión sobre distintos temas, ya que vivimos en un mundo cambiante, por ende nosotros,  donde interactúan muy diversas ideas, formas de pensar, realidades, “puertas”. Ahora, el que cambiemos o no, en realidad, va a depender de los hechos, de la estructura de los argumentos, de la plasticidad de nuestra mente, de los dogmas, de lo críticos que seamos. A mí, como buen amante de la literatura, los libros me han confrontado (y mi hermano) con muy diversas formas de pensar, de vivir, de expresarse, con mentes que de otra manera no habría forma de interactuar; los libros me han confrontado y, en el fondo, me han tocado, me han cambiado.

A lo largo de mi vida he tenido varias mascotas que van desde pollos, peces, un gallo, periquitos, una perica guayabera, una gata y seis perros. Al convivir con mencionados animales, y como buen obseso por entender el mundo, descubrí que cada animal tiene su propia forma de ser, sus particularidades, que pueden gustar o no a las personas.  Así, si bien antes había una predilección por perros y gatos, en la actualidad hay quien prefiere tener un conejo, un zorro, un perro lobo, patos, cerdos, reptiles, insectos, caballos, etc., alguna mascota que vaya acorde con su personalidad.



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