jueves, 28 de agosto de 2014

Bartleby el escribiente de Herman Meville.



Todos los seres humanos necesitamos ciertas rutinas en nuestra vida diaria. Nuestro cuerpo funciona con rutinas biológicas  establecidas desde nuestro nacimiento. Sin embargo, a diferencia de nuestro cuerpo biológico, nuestro cerebro necesita estar en constante absorción de nuevos conocimientos, nuevas experiencias, nuevas sensaciones, que nos provoquen un constante crecimiento y, que rompan con la rutina en determinados momentos, en los cuales sentimos una profunda insatisfacción por lo realizado día a día. Pero no es tan fácil como quisiéramos, pues en muchas ocasiones le tenemos miedo al cambio, ya que nos aterra la idea de no tener el control de lo que va a suceder. Esto genera que prefiramos quedarnos en nuestra zona de confort, en donde ya no hay un aprendizaje, una absorción de cosas nuevas y, que va generando un hartazgo en nuestra vida. Por consiguiente, es muy frecuente que nos encontremos con personas que se comportan como autómatas, seres repetitivos que se han estancado.

En relación con el abogado,  es una persona que carece de carácter, que evita las confrontaciones directas con las personas, principalmente con sus empleados, aun cuando tiene puntos a su favor para tomar determinadas acciones.  Por ejemplo, cuando su empleado Turkey, pierde el control por las tardes, en lugar de que el jefe fuera  firme y directo en sus amonestaciones, siempre lo hacía con suavidad para no despertar la ira de su copista. Pero también, tengo la sensación de que el abogado es una persona que siente compasión por sus copistas, más por Bartleby. Esto al descubrir que llevaba tiempo viviendo en la oficina, en una pobreza y soledad  terrible, que lo carcomía todos los días. Un vacío que era difícil de comprender y, que lo hundía en una desolación atroz.  

Bartleby representa a los muchos fantasmas y miedos que acechan a hombres y mujeres. Esa dosis de  insatisfacción con la que viene acompañada la vida y, que constantemente nos hace repasar y replantear nuestro existir. La soledad que acecha desde un rincón, esperando el momento oportuno para entrar en nuestra vida y destrozar todo lo falso que habíamos construido, para dar paso a lo que en verdad somos, si es que logramos reponernos. La desesperanza que trae el andar sobre caminos inciertos, tan inciertos como nuestra percepción de los mismos. El hartazgo de la vida y, la muerte como solución.

El trabajo no define a las personas, lo que pasa, es que vivimos en una sociedad llena de clichés, estereotipos y etiquetas, que tiende a generalizar a las demás personas por casi cualquier cosa. Lo que define a las personas, es esa parte intrínseca de cada mujer u hombre, algunas personas la llaman alma, mientras que otras la llaman mente. Todo lo que hemos sido y somos y seremos, se desarrolló y está por desarrollarse en nuestro cerebro. Es ahí donde se encuentra nuestra esencia, lo que nos define.

Ahora bien, creo que todos los trabajos nos influencian de alguna manera a todos. Muchas veces aprendemos o desaprendemos cosas. En algunas ocasiones nos podemos sentir satisfechos y realizados, pero también, podemos sentir lo contrario. La clave está en encontrar un equilibrio.

Con respecto a los dos personajes, en ocasiones simpatizaba con en el jefe de la oficina. Pues me identificaba con algunas actitudes que presentaba, como en eso de ayudar a alguien desamparado. Y es que hace algunos años, conocí a una persona que vino de otro estado al Distrito Federal. Esto con el fin de encontrar mejores condiciones de vida, o al menos eso nos dijo. Ante esto, algunas personas lo ayudamos, ya fuera con ropa, alimento, dinero e incluso una persona le presto un cuarto para que viviera en lo que se estabilizaba su condición de vida. Con el paso del tiempo nos fuimos dando cuenta de sus mentiras. Y la persona que le había prestado el cuarto no sabía cómo sacarlo. Tuvo que pasar un año y fracción para que la persona se decidiera a sacarlo de su casa. La solución fue esperar a que saliera y, sacar sus cosas. 

Reflexión.

La historia de Bartleby, es la historia de un suicidio. No sabemos muy bien que lo orillo a hacerlo. Lo cierto es que la idea de suicidarse no surge de la noche a la mañana, sino que es una idea que se va gestando poco a poco durante algunos años, hasta que la persona se decide llevarlo a cabo, si no es atendida. En muchas ocasiones, el suicidio viene acompañado de distintos factores que agravan este problema. 

El libro me hizo recordar un acontecimiento que presencie hace varios años. Recuerdo que cuando tenía 11 años, mientras realizaba una tarea en la casa mi amigo Pablo, escuchamos mucho bullicio. Así que  salí junto con mi amigo a  ver que estaba sucediendo. Notamos que varias personas se dirigían a una casa. Sin pensarlo mucho, nosotros también nos dirigimos a la casa. Al llegar, nadie nos impidió el paso, pues todos corrían de un lado a otro con caras desencajadas. Poco a poco nos abrimos paso hasta el centro. Y cuando llegamos, nos llevamos una tremenda sorpresa. Un niño de nuestra edad se había colgado de una higuera. Sus familiares trataban de bajarlo y reanimarlo, sin embargo, nada pudieron hacer. Desde entonces me he preguntado,   ¿qué  llevó a un niño a suicidarse?





No hay comentarios:

Publicar un comentario